Opinión

"Yo defiendo a los banqueros"

Decía Mariano Rajoy hace unos días en una cena de despedida como Registrador de la Propiedad de Santa Pola antes de iniciar su nuevo destino en Madrid: “Yo estoy a favor de los banqueros, todo el mundo los critica; yo, no”. Y añadía que “me van a dar palos hasta en el carné de identidad” por decirlo. Acertó. Le han atacado como “siervo del capital” los podemitas, pero también algunos militantes de su partido esclavos de lo políticamente correcto porque “ahora no deben decirse esas cosas”.

“Derecha pura”, “vendido al capital”, según influyentes comentaristas televisivos que ignoran que estarían en la edad de piedra si no fuera por los banqueros.

El banquero existe desde que vivíamos en tribus. Generalmente era el jefe, que se encargaba de almacenar y proteger de la codicia individual la carne y los utensilios para distribuirlos luego; quedándose la mejor parte, como buen banquero.

Eso creó el intercambio, la prosperidad, la creatividad para obtener más bienes, y los caros viajes entre tribus para comerciar, financiados con alimentos o herramientas del banco del jefe.

Letras de cambio, cambio de divisas, todo evolucionó hasta el nacimiento en 1407 del primer banco cercano a los actuales, en San Giorgio de Génova.

Sin el banquero Luis de Santángelo Colón no hubiera descubierto América para los Reyes Católicos, porque fue quien financió el viaje.

Es que sin un banquero la inmensa mayoría de las familias españolas no tendrían casa en propiedad. ¿De dónde sacaríamos para ese gasto u otro que exige una inversión de la que no disponemos?

El banquero se lleva sus beneficios con esas operaciones y querrá esquilmarnos, pero para reducir su voracidad las democracias crean leyes con intención de atarlos en corto como a los caballos salvajes.

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