Opinión

A falta de milagros

Ha dicho Pedro Sánchez en una comparecencia reciente rodeado de simpatizantes entregados a su causa, que la izquierda que él predica nada tiene que ver con Maduro ni se le parece. Es cierto evidentemente, pero con reparos. Un amplio sector de la española, a la que Sánchez se ha acercado y con la que ha parlamentado e incluso ha pactado, ha defendido a Maduro y sus desafueros, disculpando sus comportamientos, compartiendo sus arbitrariedades y riendo las gracias de un tirano inculto y primaria, demagógico y bestial, que podía haberse quedado en eso si no fuera porque, además de un corrupto  rodeado de un gobierno de corruptos y amparado por un ejército en manos de altos oficiales corruptos, ahora es también un criminal con las manos manchadas con la sangre que ha corrido a riadas en un país en manos de un dictador obsceno que ejerce el poder de manera fraudulenta sin fiscalización alguna, y que ha sumido una nación pródiga en recursos naturales y fuentes infinitas de riqueza, en la ruina y en la vergüenza, ha llenado sus cárceles de presos y su calles de muertos.

Sánchez es un hombre ambicioso que se ha rodeado de hombres y mujeres contagiados de la misma ambición. Nunca tuvo en cuenta las peligrosas consecuencias de sus actos porque su conciencia es ancha y esas minucias no le preocupan ante la posibilidad de obtener un lugar en la Historia. Por eso no tuvo reparo alguno en pactar con quien hiciese falta para obtener su objetivo de dormir en la Moncloa ni se ha planteado a estas altura cuáles son los peligros de semejantes alianzas. Un viejo guerrero del PSOE como Alfonso Guerra, se lo recuerda en una entrevista publicada en “El Mundo” el pasado fin de semana cuya lectura es de obligado cumplimiento para los que sospechan que al presidente del Gobierno no se ha puesto barreras éticas ni va a ceder ante nimiedades como la que hace de su centenario partido un garito desde el que desencuadernar un país que le entregaron entero. La proclama de un veterano curtido y sabio como Guerra será despreciada y zaherida por este calamitoso socialismo de diseño empeñado en la fractura  que está tan lejos de Guerra como lo está de mí y de la taberna “Labra” en la que Pablo Iglesias y unos cuantos héroes más, fundaron hace 140 años el partido.

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