Opinión

Te acaban pillando

Dice el refrán que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo y a Juan Carlos Monedero han acabado pillándolo. Toda la soflama populista mostrada en reuniones, tertulias televisivas y mítines encendidos, con desafíos incorporados y amenazas al ministro de Hacienda han acabado como decía que acababan las vidas el sombrío Jorge Manrique. Como ríos que van a dar al mar que es el morir. Monedero ha terminado presentando una complementaria por esos 425.150 euros que cobró como asesor en un plan económico que aspiraba a establecer una moneda única para Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua y que el número tres de Podemos cobró mediante una empresa ficticia creada un año después de percibir esas retribuciones. Si la situación no llega a hacerse pública Monedero se hubiera librado de la fiscalización de Hacienda pero, a pesar de todo el rollo mitinero y todo ese reto a pecho descubierto dirigido al ministro Montoro, al final lo que no puede ser no puede ser y además es imposible que dijo Guerrita cuando le preguntaron.

A mí estas salidas de tono que toman como insulto y ataque personal lo que es simplemente un procedimiento necesario me sacan de quicio porque situaciones en las que Hacienda le pide cuentas a un ciudadano o a una razón social son el pan nuestro de cada día y cuando a uno le toca se le ponen los pelos como escarpias pero no apela a razones extraordinarias sino que se presenta en Hacienda, cumple con lo que le requieren y si hay que pagar, se paga. El Club de Fútbol Barcelona está en una de esas y ya ha apelado a las campañas que vienen de fuera, a la persecución y a las mañas ocultas de los de siempre para tratar de ocultar lo que, al parecer, todo el mundo del fútbol sabía desde el principio y no se atrevía a pregonarlo. El Barça ha preferido acallar su conciencia visitando al Santo Padre y regalarle una camiseta que le cambia el nombre para catalanizarlo sin pedir permiso. Menos mal que el club favorito del Papa que es San Lorenzo de Almagro también viste de azulgrana y al pobre Francisco, que es un bendito, no le dará tanto reparo.

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