Opinión

Actualidad de contrastes

La decisión de los jueces que conforman la cúpula del Tribunal Constitucional ha debido pillar por sorpresa al Gobierno de Pedro Sánchez. La gran tragedia del populismo llevado al límite en la línea que han decidido abrazar Pedro Sánchez y sus pretorianos en este último tramo de mandato, aparece cuando se produce un contratiempo que frena la progresión ambicionada. Sánchez acaba de vivirlo en sus carnes y está desesperado. También lo están Montero y Bolaños que forman, junto a un sorprendente y desconocido juez en excedencia Fernando Grande Marlaska, el cinturón de hierro que protege y aísla a la deidad del contacto con los humanos de condición más baja. Esos magistrados que en número de seis le han transmitido al presidente del Gobierno que no siempre es posible imponer sus criterios y le han aconsejado que atempere su frenesí por controlarlo todo y supeditarlo todo a sus afanes de perpetuarse, han sido tachados desde el propio Gobierno que hoy rumia su desgracia, de “golpistas” y “fachas con toga”, lo cual no solo es una falta de respeto a la independencia del colectivo sino que adquiere apariencia de vileza e incluso transpira tintes trasgresores en la frontera de lo inconstitucional. Aunque cualquier advertido en materia política sabe que este cuento de control y modificación de la doctrina penal a la carta y al dictado del independentismo catalán al que Sánchez aspira no ha terminado, al menos se ha producido un freno. El que han puesto a los desmanes del presidente los jueces no afines al grupo gobernante, que con su actitud han defendido, al menos por un tiempo, la causa democrática.

La situación es muy delicada. Nunca que personalmente recuerde, se había producido una crisis tan profunda creada desde dentro en el sistema constitucional. Sin embargo, esta sensación de inquietud creciente no parece ensombrecer la vida y obra de algunos españoles. Y como no hay mejor ilustración que la de un ejemplo, fijémonos en el presentador Jorge Javier Vázquez, el cual acaba de hacer público que, como quiera que desde muy joven estaba acomplejado por el tamaño y grosor de su pene, ha decidido agradárselo. Se ha sometido a un tratamiento que consiste en inyectar dosis de ácido hialurónico en el glande. Dicho así, a pelo y sin preparación previa, uno se encoje. Pero este señor ha dicho que le ha quedado muy hermoso. A disfrutarlo.

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