Opinión

O Afiador: Código de vergüenza

De los sucesos más indignantes acontecidos estos días, ninguno puede considerarse peor que el que se produjo en Ankara y tuvo como víctima a Ursula Von der Layen, presidenta de la Comisión Europea cuando el presidente turco Recep Erdogan dejó sin silla a su invitada y ella tuvo que buscar acomodo en un sofá cercano. Erdogan ha mostrado con frecuencia modales autoritarios, y su propia procedencia intercalada con su cultura y sus creencias, le han incitado a mostrar un inquietante perfil de redomado machista. El primer ministro turco es uno de esos ejemplares equívocos que siempre inspira sospechas, pero cuya posición en el articulado político le depara mayor respeto del que merece.

El episodio transmite un trasfondo que avergüenza y que se advierte con solo contemplar la imagen. La panorámica muestra al presidente del Consejo de Europa, Charles Michel, y el primer ministro turco, Recep Erdogan, cómodamente sentados en dos butacas mientras la presidenta de la Cámara se pregunta dónde podrá sentarse a la vista de que los asientos están ocupados. Acaba por encontrar acomodo por sí misma en un largo sofá adjunto y metro y medio separado de los puestos de la presidencia. Von del Layen pasó un mal rato, trató de salir del paso como pudo, y no hay en Erdogan el más leve signo de arrepentimiento. Permanece sentado y apenas dedica una mirada a su huésped. El caso es que tampoco en Charles Michel se adivina rasgo alguno de contrariedad ni hay ánimo visible de resolver el entuerto. Quizá levantarse y ceder su silla a la presidenta hubiera sido lo más lógico. Y lo más justo, sin duda. Unos días después, ha sido Mario Draggi quien ha arremetido contra Erdogan y le ha tratado de dictador. Pero, conociendo el ramalazo machista y autoritario del líder turco, quien debería pedir perdón e incluso dimitir es el presidente del Consejo. El comportamiento de Michel durante el sainete fue vergonzoso. Y siguió siéndolo después, especialmente tras haber publicado sus conclusiones sobre la reunión. El comunicado es incalificable, ni se disculpa ni adopta una posición de defensa de su colega. Estos comportamientos explican por qué a veces uno duda de que las instituciones de la UE sepan lo que hacen.

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