Opinión

O Afiador: El descrédito de los recursos parlamentarios

La moción de censura propuesta por Vox que esta semana se dirimirá en el Hemiciclo de la carrera de San Jerónimo es una muestra más del tono bufo y acharlotado que ha adquirido en estos últimos tiempos el diálogo parlamentario. Actuaciones como la que pone en práctica Vox conducen indefectiblemente a la degradación de recursos lícitos en el desarrollo de la función política. Mal utilizados como es el caso, no hacen otra cosa que contribuir al descrédito de la propia función y, aún más, trivializan uno de los pilares más nobles y respetables de la propia democracia.

Por desgracia, la tendencia actual apunta a ello. A ninguna de las formaciones con representación en las Cortes parece importarle lo más mínimo que su comportamiento erosione la esencia misma del sistema parlamentario y convierta un espacio tan noble como el anfiteatro de la Cámara en un sainete. Seguramente y en su soberbia, ninguno de los que hoy tiene acta y representa con su presencia el sentir popular, se ha detenido para aplicar un tiempo de reflexión al inicuo trato que ellos mismos están administrando al histórico inmueble, –edificado sobre los cimientos de un antiguo convento de monjas cuyas momias descansan ocultas en una cripta bajo el suelo que con tanta indelicadeza pisan sus señorías- y apena pensar que esa completa ausencia de grandeza está abocando a los penosos resultados que hoy se nos muestran. Lamentablemente, cada día encontramos los administrados ejemplos vivos y permanentes de este desastre.

Esta semana será Vox quien utilice la moción de censura para montar un número de circo que otorgue minutos en los telediario sin que importe el seguro resultado final de la iniciativa. Vox está condenado a perderla y la gente de a pie está también abocada a asistir a un triste espectáculo. Con anterioridad fue el propio presidente del Gobierno quien usó la moción de censura para obtener la presidencia y malbaratar el recurso a partir de entonces desprestigiando su contenido y usando sus prerrogativas para mentir y manipular sin descanso. El argumento que empleó Sánchez para respaldar su propuesta ha sido recientemente desmontado incluso por los tribunales. A nadie parece importarle, y cuando a alguien le importe ya será tarde. Ya lo es, me temo.

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