Opinión

O Afiador: Todos a la calle

La puesta en libertad de los presos independentistas condenados a penas entre nueve y trece años no parece tener explicación alguna desde el punto de vista estrictamente jurídico. Han salido a la calle por orden de la Generalitat de Cataluña en atención a las materias trasferidas a la administración regional, que los facultan para administrar su propio régimen penitenciario. El gobierno catalán ha resuelto liberarlos todos juntos –excepto Carme Forcadell que pisó asfalto un día después de sus compinches- interpreto para que el acto tuviera la repercusión oportuna, porque intencionalidad está claro que no le falta  a esta polémica decisión que redime a unos sujetos, ninguno de los cuales ha cumplido que yo sepa la mitad de su pena, requisito creo ineludible para alcanzar el tercer grado del que disfrutarán los excarcelados.

La intención es evidente y hace coincidir esta salida con el inicio de la campaña para que esta cuerda de condenados se implique a fondo en la campaña que, sin duda, ha trastocado todo el entarimado político desatando abundante material de influencia que no sé si habrá tenido en cuenta Tezanos a la hora de cocinar la última encuesta que da por triunfador a Salvador Illa. No lo sé, pero tampoco me importa si he de ser sincero. Las elecciones catalanas están sometidas a tal suerte de manipulación que los resultados que se produzcan en las urnas estarán forzosamente mediatizados por agentes modificadores claramente externos.

Si el recurso de la Fiscalía prospera –ignoro también si la fiscal general del Estado, la archiconocida Dolores Delgado, tenía conocimiento previo de que los rebeldes saldrían en estas fechas, pero si es así, tendría que haber sido mucho más diligente en sus planteamientos, y si no es así, es que no se entera de nada- los presos volverán a la trena pero el impacto y el argumento de influencia ya se habrá sembrado. Además, el procedimiento de apelación generará un gasto que, como siempre, pagaremos todos los españoles. Y si no prospera, los presos irrumpen en el escenario electoral utilizando una munición gruesa, interesada y engañosa que modifica sustancialmente el ámbito de juego. Todo este proceso es, en general, una auténtica vergüenza, pero al fin y al cabo es su problema y no el mío. Por suerte, yo no los padezco.

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