Opinión

Ahí está el detalle

Los madridistas nos marchamos el martes a la cama con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro y la sensación de haber asistido a un partido cuya trascendencia es más profunda de lo que predican aquellos que tienen por costumbre no darle su necesaria importancia a las cosas que lo merecen. El Wolksburgo no es el Bayern pero había que meterle tres para resolver la compleja situación en la que el Madrid se había metido por él mismo y sin ayuda de nadie durante el encuentro de ida, y tres se le metieron todos ellos firmados por Cristiano Ronaldo, ese jugador que los mismos que le restan a las cosas su necesaria trascendencia habían sugerido alguna vez la oportunidad de venderlo porque ya estaba pasándosele el arroz.

Otorgarle a las cosas la importancia que por sí mismas tienen es un ejercicio aparentemente muy simple pero siempre complicado de cumplir porque para que esto ocurra hay que obrar sin prejuicios, con la mente bien dispuesta, sin ataduras y en libertad. Por ejemplo, el hecho de que una periodista invitada a un programa de la TV3 de Cataluña se haya permitido el infame lujo de quemar públicamente y ante las cámaras un ejemplar de la Constitución es un hecho que probablemente a muchos les parezca trivial pero que tiene su trascendencia. Y no solo tiene su trascendencia sino, lo que es más lógico y comprensible, sus consiguientes responsabilidades probablemente penales. Pasar de puntillas sobre actos de esta naturaleza no conduce a otra cosa que a la desconfianza para con las instituciones si se analiza desde el lado honesto, o a la sensación de que aquí, uno puede hacer lo que le venga en gana sin que pase nada.

Acabo de tener conocimiento de otro detalle aparentemente sin importancia. El ayuntamiento de Valencia, al frente del cuál está un militante del partido socialista, ha dispuesto izar una bandera que fue legitimada por la II República coincidiendo con el día 14 de abril, fecha en la que se conmemora su proclamación el año 1931. Es lícito guardar un cariñoso recuerdo a esa bandera pero solamente a título particular y no institucional, porque la roja, amarilla y morada no esta en vigor y, por tanto, no puede usarse con carácter oficial. Lo hará probablemente el ayuntamiento de Valencia y se considerará una anécdota sin importancia. Es el error de confundir ausencia de rigor con tolerancia.

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