Opinión

Dama, dama

Ala hora de escribir un libro, los que tenemos una vida de las del montón no tenemos más remedio que estrujarnos las meninges para inventarnos una trama. Sin embargo, a los que llevan piedras en el macuto les basta contar la suya para que el libro que se han propuesto escribir no solo les ofrezca un contenido de cierto interés para los lectores sino que les produzca dividendos francamente aprovechables. Es verdad que en ocasiones las memorias de personajes que deberían tener por principio muchas cosas que contar se quedan por el camino –no conozco memorias más desangeladas y sosas que las de Alfonso Guerra por ejemplo, un compendio de páginas que en realidad no cuentan prácticamente nada- pero la mayor parte de los que se prestan a desnudarse de cuerpo y alma incitados por la generosidad de las grandes editoriales, ofrecen un añadido con el que los demás no contamos.

El último en presentar candidatura a libro del año en los escaparates de todo el país ha sido Cayetano Martínez de Irujo, quinto hijo de la duquesa de Alba y duque de Arjona a su vez, una localidad de la provincia de Jaén famosa por la bondad de su aceite de oliva de primera prensa y las aguerridas preparaciones gastronómicas que cuentan con él como principal ingrediente. Los dos años que Cayetano y Mar Flores hicieron pareja fueron, a juzgar por la cantidad de situaciones de toda condición que ofrecieron a los periódicos de entonces, de una intensidad inusitada cuando la España de principios de los 90 era un hervidero candente y disparatado de soterrados juegos de alcoba en los que intervenía un reducido círculo de personajes a los que la añorada Cecilia había definido admirablemente casi veinte años antes con aquel “dama, dama, de alta cuna y de baja cama, señora de su señor, amante de un vividor” de la que aquella misma canción impresionante decía que si no fuera por miedo hubiera sido la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro.

Aquella España mía aquella España nuestra que salía con mayor insistencia en las páginas de “Interviú” que en cualquier otra y en la que los ecos de sociedad se confundían habitualmente con las páginas de sucesos, es hoy materia de libros biográficos. Como tenía más juego subterráneo que las botas de Sergio Ramos ahora apetece leerlos. Quizá menos a los que la época la vivimos de oyentes.

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