Opinión

Anduva Road

Como consecuencia de un lejano pero intenso vínculo familiar, siento una especial debilidad por la noble ciudad de Miranda de Ebro, situada en la frontera misma de la provincia de Burgos con el País Vasco, nudo ferroviario de primera clase como se la definía en mis tiempos escolares, y sede del estadio de Anduva donde juega el Club Deportivo Mirandés, un Anfield en pequeñito, castellano y modesto, donde ganar un partido de fútbol se ha puesto más caro que el barril Brent.

Mi abuelo fue el segundo presidente que tuvo en su historia el club rojillo, también fue alcalde republicano de la ciudad, y mi padre nació allí. En un municipio ribereño y próspero que cuenta hoy con casi cuarenta mil habitantes y que ha experimentado un salto cuantitativo deslumbrante. La última vez que estuve en Miranda hace apenas un año, me hice tal lío en el complejo tejido de sus vías de acceso viniendo de la capital de la provincia, que accedí a su centro de puro milagro y tras dar más vueltas que el baúl de doña Concha Piquer. Aún existe en sus calles alguna huella de mi pasado familiar, pero en referencia a su aspecto, Miranda de Ebro nada tiene que ver con la de mis ancestros. Es una ciudad con toda la barba, puerta abierta para el norte entero del país. A su situación estratégica, -a un tiro de piedra de Burgos, Vitoria, Bilbao, Pamplona, Logroño, Zaragoza y Soria- debe su más que evidente prosperidad financiera, económica y social.

Comprendo, para nuestra desgracia, que el Club Deportivo Mirandés, ha sido el verdugo del Coruxo y del Celta en esta Copa del Rey a la que parece abonado. Se los ha pasado por la piedra a domicilio a los primeros y en su fortín del camino de Anduva a los segundos, y en partidos agónicos como requiere su épica. Siento confesar que la gesta del Mirandés me ha sentado francamente bien, y conforta saberlo vivo en la competición y con ciertas esperanzas de continuar en ella. Lo verdaderamente trascendental de estos hechos es que, en un fútbol tan estructurado y dividido en castas como el actual, se pueden producir heterodoxias como la de los rojillos, cuyos cimientos contribuyó a consolidar entre 1930 y 1932 mi recordado abuelo don Veremundo Orío que en gloria esté.

La próxima ronda es ya a doble cita y al Mirandés le privarán de la ventaja de su fortaleza. Pero el fútbol es muy grande y muy de tarde en tarde, tolera ciertas licencias como la del Mirandés. Desde luego ellos nunca van a caminar solos.

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