El viernes escribí esta modesta colaboración a primera hora de la tarde ignorando los atroces sucesos que estaban a punto de desencadenarse en Vigo para desgracia y frustración de la gente de bien. Unas horas después, un atracador bestial asesinaba a tiros a una agente de policía y hería gravemente a su compañero. El sujeto era un veterano delincuente con un largo rosario de delitos a la espalda y una notoria carrera de traficante, salteador y bandolero de la peor especie que entró en una sucursal bancaria dispuesto a todo. Lo dijo nada más llegar allí y lo cumplió a rajatabla. Murió abatido por los compañeros de la pareja de agentes tiroteados que llegaron unos minutos después a la zona del suceso y que se encontraron con aquella escena de pesadilla. Mi condición actual de periodista creyente pero no practicante me juega para mi desgracia en algunas ocasiones muy malas pasadas, y no supe de esta pesadilla hasta después de demasiado tiempo. Había titulado mi crónica apelando al “Black Friday” que permite comprar en circunstancia ventajosas a la manera del comercio anglosajón sin saber que el día era en verdad y para desgracia y horror de esta ciudad nuestra que a veces es un paraíso y a veces se convierte en la boca del infierno, un viernes completamente negro y muy negro.
Tengo muy buenos amigos policías y por diferentes razones profesionales y personales he convivido frecuentemente con ellos aprendiendo a comprender a cada minuto de relación lo admirable que es de forma permanente su comportamiento. Gracias a su infinita amabilidad asisto todos los años a los actos de sus patronos los Ángeles Custodios, lo cuál me llena de orgullo, y es muy probable que alguno de esos días de fiesta me haya cruzado con Vanesa, la oficial de policía de 36 años a la que este animal disparó y mató a quemarropa. Se que era una joven, digna, guapa, valiente y generosa. Nadie le devolverá la vida a Vanesa pero a mí me gustaría dedicarle a ella y a su compañero gravemente herido unas líneas seguramente muy torpes pero que me salen del alma y que no pretenden otra cosa que mostrarles a ambos mi condición de ciudadano agradecido. El viernes por la tarde yo me tomaba el black friday como argumento de divertida anécdota. Pido disculpas de corazón por ello.