Opinión

Los ocho apellidos

El cine en general no es amable con las segundas partes. Ya lo advierte así la sabiduría popular que ha acuñado esa sentencia universal de nunca segundas partes fueron buenas que en la mayor parte de las ocasiones lleva razón. Salvo en la saga de “El Padrino” -en la que el gran Coppola consiguió que cada una de las entregas fuera más grande que la anterior- el resto de estos ensayos ha tenido un éxito relativo. Espero con impaciencia el nuevo capítulo de la saga de las Galaxias si bien quiero pensar que no estamos ante la continuación del anterior sino ante una producción por completo independiente que retoma la acción casi treinta años después de haberse concluido.

El caso más inquietante y rotundamente sorprendente de este fenómeno es el de los ocho apellidos, la ingeniosa invención de Emilio Martínez Lázaro que tenía todas las de perder en su estreno y que, a despecho de los lúgubres augurios que aventuraban un fracaso de la cinta en toda la regla con cabreo inter territorial incorporado que acabaría en el Constitucional, salió indemne de aquel campo de minas y consiguió hacer reír a vascos y andaluces con materias tan potencialmente peligrosas como sus propios vicios. La película propuso un divertimento sin pretensiones inspirado en las andanzas de Paco Martínez Soria allá por los setenta, y logró un resultado milagroso que ni siquiera se corresponde con sus merecimientos, otorgados en su versión más comprensiva y amable. El film es, en mi opinión, poco más que una humorada muy endeble salvada por unos buenos actores. Carmen Machi y Karra Elejalde están de oro.

Lo que podía suponerse iba a acabar a bofetada limpia se ha convertido en el mayor triunfo del cine español de todos los tiempos, lo que da una idea de nuestro carácter excesivo en todos los escenarios. Con el pueblo español nunca puedes estar seguro al cien por cien y este es un caso de libro. O descojono general o enmienda a la totalidad de los diputados nacionalistas vascos en el Congreso.

Vienen ahora los ocho apellidos catalanes y la cosa parece discurrir felizmente por el mismo camino. Tópicos y más tópicos sin aditivos ni colorantes. Y la CUP irá al cine y se reirá a carcajada. Y Mas entornará los ojos con ademán comprensivo. Y el Barça ya no será más que un club sino un club. Cualquier cosa nos espera.

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