Opinión

Balada del compañerismo

Acabo de saber que la palabra “compañero” proviene de la amistad que se genera al compartir el pan. Nunca había yo caído en etimología semejante pero, tras saberlo, -leer libros es uno de los caminos más gratos y seguros para ampliar el conocimiento- he aprendido también a valorar más esta palabra, porque en ella anidan las esencias más nobles y más generosas de la relación humana. A saber, tengo por todo tener una hogaza de pan y prefiero trocearla en dos para repartirla con un prójimo que tiene seguramente menos todavía que yo.

Desgraciadamente y como viene siendo práctica continuada, el uso y abuso indiscriminado y persistente de una palabra tan hermosa ha terminado cuarteando su noble aportación y rebajando su significado. “Compañero” se introdujo en el cauce político como denominación amable de quien compartía las filas de un mismo partido. Y el perfume de hermandad que pretendió al principio, -cuando el desequilibrio social era manifiesto y tan pertinaz y discriminatorio que los más desfavorecidos hubieron de apiñarse en torno a una idea reivindicativa de justicia social y reparto equitativo- derivó en un remoquete que ahora mismo se usa sin prudencia y se dispara como una bala de fogueo.

Basta con escuchar a los políticos cuando aplican la filosofía del compañerismo a las actividades que se producen en el seno de sus respectivas formaciones, donde es sabido y notorio que anidan las mayores envidias, los mayores resentimientos y las navajas se clavan por la espalda. “Cuerpo a tierra que vienen los nuestros” definió un día la situación con fina ironía gallega el político Pío Cabanillas cuando la UCD se desmoronaba a pedazos y salían a relucir todos los agravios rigurosamente almacenados por cada una de sus familias a las que nada ya unía, y todos los clanes recordaban más las desavenencias que el motivo por el que un día llegaron a pactar un delicado pero fructífero acuerdo. 

El actual consejo de ministros es hoy una vergonzosa grillera en la que el compañerismo es una especie a extinguir como el lagarto real de la sierra de Gredos. Sí el tal consejo decide además que deja a las comunidades la gestión del ordenamiento sanitario y la vuelta al colegio, uno se pregunta para qué sirven tantos y tan heterogéneos compañeros. Para liarla entre ellos.

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