Opinión

La balada del santo perdedor

El Atlético de Madrid celebró su eliminación de Champions con cánticos y ovaciones bajo un auténtico aguacero como unas semanas antes el Barcelona había celebrado la suya de igual modo. Mala cosa es cuando se celebran los fracasos porque una derrota coreada con vítores indica que en realidad no hay nada que celebrar. En un fondo del viejo campo atlético -que también acaba ciclo- se desplegaba una gran pancarta que decía: “Orgullosos de no ser como vosotros”, una dedicatoria tras la que en realidad se esconde un doloroso trampantojo. Al Atlético le gustaría ser en realidad el Real Madrid que es el equipo que les gana siempre, que les ha echado de la competición dos veces en semifinales y les ha ganado dos finales. A los atléticos les gustaría que las cosas ocurrieran al revés de cómo ocurren pero la triste realidad es que la fiel infantería colchonera -a la que le llenaría de orgullo seguir a un equipo que ganara la Liga de Campeones en vez de quedarse perpetuamente en puertas- no pude hacer realidad su sueño y tampoco puede confesar su frustración porque serían inmediatamente condenados por malos colchoneros. La gran virtud del “cholismo” es que ha rescatado del infierno al antiguo Atleti, le ha dado esperanzas que invirtieron la proverbial miseria rojiblanca, y le ha permitido acariciar un sueño. Simeone ha ido paliando durante un tiempo aquella postración de años en la que sus propios seguidores consideraban al Atleti como el club mas desgraciado de la galaxia. Le llamaban “el pupas” y hacían de la derrota un puro ejercicio estético. A falta de triunfos, perder era lo bello y lo honesto.

La vida ha vuelto atrás y ya estamos otra vez con el Atlético héroe del fracaso como antes del Cholo. Ante la más que presumible sospecha de un año sin resultados, el mecanismo de defensa atlético se puso en marcha para rescatar el viejo código: el orgullo en la derrota, el carácter popular, el equipo obrero, el amor a los colores, la ética, la épica, la estética… Todo aquello de lo que el vecino blanco carece. Pero el vecino blanco es el que gana aunque sea sin amor y sin sentimientos. Y es que, los insufribles ideólogos colchoneros son expertos en concienciar a sus masas y convencer de que lo verdaderamente te hace bueno es la derrota.

La fuerza de este mensaje tiene sin embargo un tiempo limitado y algún día perderá el efecto. Para entonces, el Cholo ya habrá puesto tierra de por medio.

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