Opinión

Campanas tocando a difunto

C uando las campanas de los municipios de mar  y montaña tocan a relevo y vuelven a casa aquellos que dejan sitio a los que llegan a la búsqueda de senderos por los que marchar y playas en las que bañarse, el silencio se hace opaco y las  informaciones se fragmentan muy lejos, cruzando ese Atlántico tan hermoso que pone de azul nuestras costas porque esa Venezuela que tirita de miedo y de hambre está a un paso de formalizar la guerra civil si es que no está ya inmersa en ella. Como suele ocurrir lamentablemente en estos casos, el poder si es ciego echa las persianas y los acontecimientos ya no se filtran tan alegremente entre las grietas de los muros que los dictadores han levantado. Hemos sabido que, en pleno proceso para degollar lo que pueda quedar de democracia, el caudillo Maduro ha ordenado nuevamente  la detención de las voces disidentes y Leopoldo López y Antonio Ledezma han vuelto a la cárcel. El régimen afirma que existe peligro cierto de fuga pero el régimen ya no tiene ni códigos de honor ni mensajes que puedan ser creídos  porque de la dialéctica del régimen hace tiempo que han huido como alma que lleva el diablo las verdades. Maduro se atrinchera con casi cien muertos –probablemente serán muchos más- a las espaldas, y ya solo hablan los cañones y las  pistolas de los sicarios que pugnan por silenciar la voz de la calle. Mitzy Capriles, la esposa coraje que se queda fuera mientras Antonio su marido vuelve al estrecho y oscuro calabozo donde el ex alcalde de la capital del país ha pasado el último año largo, gritaba ayer en Madrid que a su marido le habían vuelto a llevar preso a la truculenta prisión militar donde siempre es noche cerrada. La mujer del opositor nunca tuvo gran confianza en la angelical mediación de José Luis Rodríguez Zapatero y siempre supuso que al ex presidente del Gobierno español lo había elegido el déspota porque era un sujeto  con poco criterio, dúctil y manejable. Conociendo la materia de la que está hecho el personaje y su fino olfato de catador de caldos políticos podría sospecharse que las negociaciones acabarían mal. Zapatero, donde pone el ojo pone la bala.

La clave está en el ejército venezolano. Hasta el momento se ha limitado a respaldar al bárbaro presidente y ha permitido que sus jaurías bolivarianas asesinaran al pueblo impunemente. Sin embargo, puede que el viento cambie. Si a Maduro le fallan los milicos es hora de decir que Dios le ampare. Todavía no ha ocurrido pero tengo para mí que ocurrirá. El Ejército está para defender al pueblo, no para matarlo. Incluso en venezolano.

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