Opinión

Cien minutos de redención

He visto “Spotlight” que es una película de periodistas para que la vean todos los demás. Pero resulta muy probable que esos demás que se asoman a la gran pantalla para contemplar las vicisitudes de un equipo de investigación perteneciente a la redacción del diario “Boston Globe” rastreando los casos de pederastia en la Iglesia católica no se sientan tan íntimamente emocionados por lo que están viendo como los que somos del oficio y sentimos que nuestro oficio ha perecido porque entre todos lo hemos matado y él solo se murió. Acabo de encontrarme en el tren con una adorada amiga y colega de profesión que tiene el alma exactamente igual de dolorida que yo con este hermoso y apaleado oficio nuestro y que viene, como yo mismo, de ver “Spotlight” y aplicarle con su visión y comprensión una cataplasma de cariño al espíritu dolorido y a la conciencia desarmada de unos profesionales como nosotros. Los que estamos seguros de que el periodismo ha claudicado, se ha rendido y se ha muerto en los brazos de un cúmulo de intereses y presiones entre las que no son las menores aquellas que nos hemos infringido o al menos aceptado nosotros mismos.

“Soptlight” -que es como el dialecto particular de la información en el mundo anglosajón conoce los temas con marchamo de primera- es una película que al menos nos sirve a los que nos hemos desenvuelto en el mundo complicado e ingrato de la información para reconciliarnos con nosotros mismos. No por lo que cada uno de nosotros ha hecho en su aventura profesional en la que cada cuál ha tirado por donde le han dejado o por donde ha podido, sino como bálsamo redentor para todo un colectivo. Un colectivo cuyos especimenes más veteranos se sienten frustrados y culpables porque quizá no han hecho todo los posible por dignificar su profesión, y cuyos individuos más jóvenes han renunciado a ejercerla con rigor y justicia presionados por sus patronos, desorientados por sus propias carencias, mal pagados, despreciados por la sociedad a la que sirven, huérfanos de apoyo en sus propios centros de trabajo, solos y simplemente jodidos.

Yo recomiendo a todos los que pertenecen a esta cofradía nuestra infectada de desengañados y frustraciones por lo que se pudo hacer y no se hizo que la vean y sueñen. Por ejemplo que el periodismo ha sido posible.

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