Opinión

La comedia bárbara

Cuesta pensar que un episodio tan largo y tan lúgubre de nuestra historia como el que ha impuesto durante medio siglo una banda de criminales que ha asesinado a más de ochocientas personas pueda despacharse con una pantomima.

Pantomima como la que ha pretendido imponer esa comisión de verificadores de legitimidad muy dudosa y responsabilidad prácticamente nula cuyos elevados honorarios hay que saber quién paga, porque estas comedias bárbaras cuestan además una pasta que alguien abona para que los comisionados se desplacen, se hospeden en los mejores hoteles, coman como príncipes, cobren sus sueldos y dietas y hagan de paso turismo.

Este absurdo sainete pretende certificar el final de uno de los periodos más siniestros de nuestro devenir histórico y el más sangriento de los vividos en tiempo de paz, con la inspección de un zulo de attrezzo relleno de armas que los etarras se llevan después en una caja de cartón probablemente porque son de pega y no sirven más que para la prestación escénica.

Uno puede o no estar de acuerdo con el ministro del Interior y simpatizar más o menos con él y sus tesis -ser ministro del Interior consiste en desempeñar un cargo por el que uno no suele caer simpático con facilidad- pero en este caso, la razón le sobra y le legitima cuando desprecia este entremés y responde a quienes lo interpretan afirmando que no hay verificadora más idónea que la Guardia Civil a la que los criminales no pueden dar jamás gato por liebre como a estos. Urkullu está sorprendentemente entregado a las artes de semejante compañía de comediantes que hace bolos y los hace por plazas muy teñidas de tragedia jugando además con los sentimientos de miles de víctimas de la cerrazón y la violencia. Pero ni un Gobierno decente, ni su oposición, ni una opinión pública sensata pueden aceptar el dictamen de esta tropa cuyo cometido implica además una abierta injerencia en la legitimidad de un país democrático, soberano y ejemplar como es el nuestro.

ETA está muerta y sus asesinos cansados y tundidos tras cincuenta años de carnicería sin tregua. Ha sido perseguida, cercada y desarticulada por la policía y los servicios de información, y el CNI conoce todos sus escondrijos y tiene identificados todos sus depósitos de armas y petardos. Por tanto, no hay sitio para negociación ni condiciones. La única opción es rendirse, someterse al dictado de la Justicia y pedir perdón. Y una vez rendidos sin contrapartidas y juzgados, ya hablaremos.
 

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