Opinión

Correción en el lenguaje

La tiranía del lenguaje políticamente correcto lleva ya algún tiempo sometiendo a graves dificultades a todos los que nos ganamos la vida escribiendo. La mayor parte de nosotros recorremos las líneas de nuestros escritos como quien camina sobre carbones recién atizados porque una incorrección puede ser fatal y el firmante se expone a ser literalmente despedazado por expresarse en términos que los nuevos guardianes de la pureza idiomática consideran inadmisible. Personalmente considero ridícula esa nueva modalidad de expresión impuesta que obliga a nombrar a los dos géneros cuando se hace referencia a un colectivo. Y no solo es una actitud ridícula sino gramaticalmente incorrecta, y sigo sin poder olvidar aquella pintoresca intervención de la ministra Bibiana Aído en el Congreso con los “miembros” y las “miembras” que trajo tanta cola. Pero se ha impuesto la fórmula, y ahora hay que decir los niños y las niñas, los diputados y las diputadas, los ministros y las ministras, los médicos y las médicas, los vecinos y las vecinas y supongo -aunque no estoy convencido- de que habrá que utilizar la misma fórmula cuando las cosas vienen mal dadas. Por ejemplo, los corruptos y las corruptas, los maleantes y las maleantas. 

La polémica ha llegado también a un programa de televisión tan considerado como “Operación Triunfo” y lo ha hecho de la mano de una canción registrada precisamente por el grupo “Mecano” del que formaba parte uno de sus jurados, la hoy intérprete en solitario Ana Torroja a quien esta situación frenética ha metido en un lío de los grandes. Una de las concursantes se ha negado a cantar una canción que contiene en su letra el término “mariconez” porque considera lesivo para el colectivo homosexual. No lo es de ningún modo sino todo lo contrario y está incluida en el catálogo de una banda y de un autor, José María Cano, capaz de componer y cantar uno de los más emocionantes himnos homosexuales de la discografía nacional, “Mujer contra mujer”. La polémica ha estallado pero Cano se ha mantenido firme. No da permiso para que se modifique su letra y hace bien. A su obra, esta ridiculez del lenguaje políticamente correcto no le mete mano.

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