Opinión

Crisis de corona

La monarquía británica es seguramente la más consolidada del mundo y a ella suele acudirse cuando hay que buscar referencia para definir todo lo que lleve corona. Sin embargo, curioso es también comprobar cómo esa misma monarquía que parece sintetizar en si misma todos los ejemplos de asentamiento, tradición, pompa y circunstancia, lleva conviviendo con la crisis durante muchos más años que cualquier otro de los ámbitos reales existente en Europa. Los episodios desmesurados e incluso caóticos suelen perseguir a la Familia Real del Reino Unido, y si bien es verdad que en Gran Bretaña no ha existido más que un periodo sin trono a lo largo de más de dos mil años de Historia –el que convirtió a Oliver Cromwell en Lord Protector perpetuo entre 1653 y la  fecha de su fallecimiento en 1658- también es cierto reconocer que el régimen monárquico consuetudinario de la Gran Bretaña se ha enfrentado a situaciones extremas que se han escalonado en todas las épocas de paz y guerra y que han saltado al camino con cualquiera que ocupara el  trono de San Jorge.

La última de estas situaciones delirantes que mezclan frecuentemente la comedia con la tragedia y el horror con la carcajada, apenas tiene cuarenta y ocho horas y se ha convertido en un bombazo universal de esos que llegan a todas partes. Los argumentos para manufacturar una primicia de tales dimensiones son evidentemente los adecuados, y es por eso por lo que la noticia ha llegado a todos los rincones del planeta y ha tocado las fibras emocionales de todos los corazones. La personalidad de los entrevistados y sus circunstancias, la popularidad de la entrevistadora y el poder irrefutable de la cadena de televisión que transmitió el suceso contribuyeron al fenómeno. Meghan Markle y Harry Windsor, Oprah Winfrey y la CBS se ocuparon de que el producto fuera de primera clase, pero no cabe duda de que el propio contenido de la entrevista tiene fuerza suficiente para atravesar los ríos más profundos y las montañas más altas como cantaba Tina Turner. Son confesiones de alto voltaje y en general de matiz vergonzoso, –la reina inquirió a su nieto sobre el color de la piel del bebé que anunciaba su llegada- y, muy especialmente la confesión de Meghan, quien reconoció que había estado tentada en suicidarse. En todas partes cuecen habas.

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