Opinión

Cuestión de idiomas

Desde tiempos inmemoriales la vida pública de este país nuestro está literalmente cuajada de idiotas. Idiotas de probada idiotez y variada condición algunos de los cuales se ha desempeñado divinamente en política y en gestión aunque constituyan casos de difícil comprensión sobre todo para los que se han pasado la vida pagando religiosamente sus impuestos y cumpliendo con sus deberes necesarios y solidarios. A un español razonable, formal y sensato, que respeta la ley y la acata, la persistente imbecilidad de algunos de sus dirigentes constituye una completa falta de respeto que el Estado debería algún día subsanar. Por ejemplo, organizando actos de desagravio por haber tenido que soportar majaderos en puestos de responsabilidad y lo que eso significa para la buena marcha de la existencia cotidiana y la calidad de vida de los ciudadanos.

En estos tiempos nuestros –que apenas se diferencian de los pasados salvo porque existen dispositivos técnicos que permiten una mayor interconexión- la figura del presidente de la Generalitat de Cataluña representa sin duda alguna un ilustrativo ejemplo de un mandatario mentecato. Y aunque la población de Cataluña que le respalda no sospeche que su actividad pueda influenciar la cotidianidad del resto de los habitantes del país, se equivocan y los ridículos comportamientos de este sujeto tienen más trascendencia e implican más de lo que podría suponerse a primera vista. Para que nos entendamos, el viaje que Puigdemont ha llevado a cabo a Estados Unidos para fichar al ex presiente Jimmy Carter para su causa es una decisión tan estúpida que nos coloca en ridículo a todos los españoles. La entidad a la que Carter representa se especializa en intervenir como mediación en países inmersos en conflictos bélicos. Cataluña ni es un país ni se enfrenta a un problema bélico de ninguna clase. Carter se habrá quedado patidifuso ante el requerimiento y habrá pensado y con razón que los españoles somos tontos. Como llueve sobre mojado y hace apenas quince días este personaje ya protagonizó otro absurdo episodio de parecido corte, la opinión pública internacional habrá llegado a la conclusión de que somos un país de comedia bufa y eso no es ni justo, ni equitativo, ni saludable.

Bobos hay en todas partes, pero los nuestros tienen más cuerpo.

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