Opinión

De dos en dos

Aquellos que utilizan el argumento de la llamada prensa del corazón como herramienta del debate eterno sobre lo que importa o no importa en los planteamientos éticos del periodista, han recibido lo que se dice un saque de esquina franco al segundo palo con el documental por entregas grabado por Mediaset sobre el conflicto privado de la pareja formada por Antonio David y Rocío Carrasco y que emite en estos días la emisora Tele 5 con Jorge Javier Vázquez y la viguesa Carlota Corredera como maestros de ceremonia. El folletín ha conmocionado literalmente a una buena parte de la opinión pública, y ha dividió el país entre los que creen a él y los que creen a ella, porque este país tan aficionado a las situaciones extremas ha hecho lo que suele hacer por los siglos de los siglos. Tomar partido por uno o por otro como en su día hizo con Lagartijo y Frascuelo, con Joselito y el Gayo, con Manolete y Arruza, con María Guerrero y Margarita Xirgu, con Kubala y DiStéfano, con García y de la Morena, con Cánovas y Sagasta, con Dato y Canalejas, y más recientemente con Felipe y Aznar, o con Cristiano y Messi.

Esta afición irrevocable por enfrentar dos ideas, dos conceptos, dos personajes o dos tendencias y empujar a que el país se ponga detrás de uno u otro dividiendo en dos el mundo, no nos ha ofrecido grandes ventajas pero también es verdad que existe una dificultad insalvable para reconducirnos por el lado ecléctico. Viscerales, propensos al exceso, radicalizados desde la cuna, abruptos e históricamente duros de mollera, hace seiscientos años el reducido universo patrio estaba cortado longitudinalmente a cuchillo por los de Calderón y los de Lope que se atizaban en público en defensa del suyo sin rubor alguno, y hoy lo están por Antonio David y Rocío en tiempo de pandemia, con las elecciones de Madrid llamando a la puerta y con una crisis permanente de Gobierno que nos muestra sus miserias cada día.

El dilema moral que siempre acompaña al género rosa está de más. Si un conflicto matrimonial que debía haberse zanjado en los tribunales hace mucho tiempo, pone al país al borde de un ataque de nervios, no hay más que hablar. Quizá lo que queda por saber hoy es por qué Rocío se ha callado veinte años y lo cuenta ahora. ¿Lo habría contado también sin cobrar una fortuna por ello? Pues la verdad, no lo creo.

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