Opinión

La delgada línea roja

Cruzar la línea roja es una afortunada imagen de uso internacional que define la acción de traspasar el límite que impide el retorno. La curiosidad que es el combustible del que nos nutrimos los periodistas –además del bocata de jamón asado coincidiendo con la hora del cierre- nos impele a preguntarnos y averiguar por qué se utiliza la expresión. Tiene su origen en el contorno que dibujó de memoria en 1924 el presidente de una petrolera turca para trazar los inciertos límites de su país tras la I Guerra Mundial, pues un protocolo interno prohibía a sus socios invertir de forma individual fuera de sus fronteras. El directivo se valió para ello de un lápiz rojo.

La anécdota tiene la importancia que tiene pero lo verdaderamente trascendental de este escenario es la certeza de que una vez atravesada la línea ya no hay posibilidad de volverse atrás. Probar una primera vez lo prohibido dicen que es doblemente peligroso porque está prohibido y porque además, y eso es lo peor, gusta. Pedro Sánchez ha traspasado la línea roja compartiendo con EH Bildu la trascendental tarea de gobernar el Estado. Se aproximó a lo prohibido acogiendo en este grupo al independentismo catalán y le gustó. Con Bildu la frontera se ha superado porque, no hace mucho más de una década, los sujetos que hoy se integran en la formación nacionalista vasca estaban colaborando activamente en la práctica de la extorsión, la bomba y el asesinato, y todos los que hoy blanquean su repugnante pasado como miembros de la Cámara de los Diputados al amparo de una Constitución y una causa democrática que todos ellos se han comprometido a demoler, tienen o bien las manos o bien el cerebro manchados de sangre. O ambos a la vez.

José Félix Tezanos, a los mandos de CIS, acaba de aderezar una nueva cata en la que se advierte que el 60% de los españoles está descontento con el Gobierno, cifra que, viniendo de una institución como la que preside este catedrático emérito de enseñanza a distancia, suena incluso manipulada a la baja. Pero con todo y con ello, dice mucho aunque eso a Sánchez, -que ha cruzado una línea que jamás debería haber cruzado- le importa un guito. Ya vendrá el tiempo de arrepentirse cuando ya no haya remedio. Lo de la conciencia, a Sánchez se la trae floja.

Te puede interesar