Opinión

Demasiado por rectificar

Se dice que rectificar es de sabios aunque hacerlo muchas veces se convierte, por el contrario, en un asunto de necios. Ser consciente de los propios errores y tratar de ponerles remedio inspira un propósito encomiable, aunque muchas veces repetido deteriora su primitivo valor como ocurre con aquellas cosas que se utilizan con más frecuencia de la debida. Prueben a repetir muchas veces una misma palabra y comprobarán que termina perdiendo por completo su sentido.

Eso le está ocurriendo a este Gobierno cuya credibilidad se difumina cada vez que es necesario apelar a un proceso de rectificación, lo que convierte a una sesuda y veterana profesora de filología con orígenes en el País Vasco en un cotidiano esperpento. La señora Celaá se ve cada mañana en la obligación de paliar los efectos de un error de cálculo que se manifiesta en acciones no tenidas en cuenta de sus compañeros de gabinete, de modo que la señora Celaá se siente en la obligación de culpar de esas desagradables situaciones a los medios de comunicación que las denuncian. La ministra portavoz ha acusado a los periodistas de orquestar una campaña para desprestigiar a un Ejecutivo que tenía tan buena pinta, sin percatarse quizá de que las voces que suenan en las indignas grabaciones del ex comisario Villarejo no admiten manipulación alguna ni pueden ponerse en tela de juicio. Fue la actual ministra de Justicia la que se expresaba de aquella manera y fue su íntima amistad con Baltasar Garzón la que propició su presencia en los almuerzos del restaurante “Rianxo” en cuyas sobremesas tenían lugar esas lamentables confidencias. Villarejo es, qué duda hay, un mal sujeto, su intención es dar jaque al Gobierno, pero ninguna de esas aguardentosas confesiones de marcado e indecente acento machista son “Fake news” como dice la ministra portavoz y titular de Educación. Como ella es angloparlante, apela a la designación anglosajona para definir aquellas noticias de contenido falso que se ponen en circulación para intoxicar y confundir. Sin embargo, estas charlas de morapio y sobremesa no son falsas. Ni las sospechas sobre el doctorado de Sánchez o la sociedad de Duque lo son tampoco. Mientras tanto, Carmen Calvo aboga por establecer un cierto tipo de censura. Como en los viejos tiempos.

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