Opinión

Días para todo

Las exigencias comerciales han promovido fechas para celebrar las cosas más dispares. De hecho, en el calendario occidental hay señaladas jornadas de conmemoración prácticamente para todo. Existe naturalmente el día de la madre, el del padre, el de los abuelos, el que recuerda la mayor parte de las enfermedades, el día de los enamorados, el de los difuntos, el de la mujer, el de casi todos los animales… Esta semana que acaba se ha conmemorado el día del cocido y, como vengo de donde vengo, no sospecho yo que existan muchos días más merecidos para exaltar las virtudes de ciertas viandas. El cocido es un plato ejemplar, antiguo y excelente, que se extiende en sus infinitas variantes por toda la geografía patria. Al fin y el cabo, semejante joya de la honrada cocina popular tiene su asiento en las viejas cocinas de fuego donde se cocía lo que había para dar de comer a la tropa. Colocar una olla al rescoldo del hogar, llena de los productos colgados de una cuerda por toda la casa era el recurso menestral por excelencia. Y ese recurso nos ha transmitido alguno de nuestros más hermosos y honrados tesoros culinarios. El cocido acepta casi todo y la olla se rellena de los productos de la tierra en los que se planta. Cerdo, naturalmente, y berzas faltaría más. También patatas cuando empezaron a usarse para alimentar humanos, cuestión que en España no se produjo hasta bien entrado el siglo XIX durante las I Guerra Carlista porque había que buscar un producto nutritivo y barato para dar de comer a la tropa, así lo entendió Zumalacárregui y eso que los gallegos para hacer ese papel usaban las castañas. Cocido y con sus denominaciones locales, hay en los dominios maragatos, en Galicia, en Asturias y en Cantabria, hay cocido castellano, lo hay en Cataluña, e incluso en Canarias y en la región murciana. Existe un cocido extremeño y lo hay, naturalmente y con cumplida carta de bondad probada en Madrid, y por ello es por lo que lo cantó Pepe Blanco –“Cocidito madrileño, repicando en la buhardilla que me huele a hierbabuena y a verbena en las Vistillas” decía el maestro-, que por cierto era riojano, una de las pocas regiones nacionales cuya afición por el cocido  no es celebrada y no conozco de receta propia de ollas llenas de matanza y garbanzo en esa bendita tierra  y  ya es raro. Otras hay y no le van a la zaga. ¿En este país, dónde se come mal?... en ningún lado que yo sepa.

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