Opinión

Dos reinas

Si Ana Peleteiro constituye un referente de valor extraordinario para apreciar las excelencias de una generación llena de virtudes, -compromiso, solidaridad, mixtura, preparación, cosmopolitismo…- Teresa Portela es el rostro del ejemplo. Capaz de demostrar lo que vale la voluntad, el sacrificio, la capacidad de superación y la fortaleza, la piragüista de Cangas transmite emoción, admiración y mucha ternura. La que derrocha a manos llenas una mujer con su trayectoria y su historial incomparable, que es capaz de aparcar esa gloria que se ha ganado a pulso y que la distingue, para viajar a Tokio y partir de cero. El resultado ha sido una medalla de plata que no es cualquier cosa. Es una medalla de calidad asombrosa, obtenida a sus treinta nueve años para demostrar que la edad es, en su caso, simplemente un número reflejado en el carné de identidad. Está tan fuerte, tan pujante y tan optimista como cuando viajó por primera vez a una cita con los Juegos Olímpicos en 2000, y su pasión y su carácter indomable le han permitido colgarse del cuello aquello que merecía y que le faltaba. Una medalla de plata, obtenida en K-1 200 metros y coronarse como lo que es. Una reina.

En un tiempo tan difícil como el que estamos viviendo, imbuidos en un mundo inquietante, plagado de posiciones extremas, enfrentado, irreconciliable y violento, ejemplos como el de ambas atletas gallegas tienen la inapreciable virtud de abrir una puerta a la esperanza y mostrarnos la vigencia de un compendio de valores que aparecen imprescindibles para ser mejores. Virtudes como el trabajo, el sacrificio, la capacidad de superación, la fuerza de voluntad, el tesón, la entrega, aparecen en el calendario cotidiano de ambas, a las que separan quince años y a las que, sin embargo, unen y distinguen las mejores facetas de la condición humana, aquellas de las que todos, y especialmente los que tienen responsabilidades de gobierno en cualquier faceta, deberíamos aprender y deberíamos practicar.

Estas lecciones de superación y fortaleza vienen muy bien, y los dirigentes políticos deberían echarles un vistazo de vez en cuando. Cuánto ganaríamos los demás –ellas también por supuesto- si todos los que mandan se aprendieran el camino que marcan estas dos reinas gallegas.

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