Opinión

Dudas democráticas

Nada que valga la pena es fácil, nada que tenga importancia se consigue sin trabajo, nada que importe vale la pena sin haberse esforzado. Tampoco van a serlo los acuerdos políticos que van a permitir gobiernos, ayuntamientos y diputaciones. De todos modos, el hecho de vivir en un país tan visceral y que tiene tan poca memoria no facilita las cosas. Conseguir sintonizar todas las tendencias que en estos momentos están sobre el tapete no parece un ejercicio sencillo y no lo es. Supongo que esa dificultad que en estos momentos se me antoja extraordinaria debe corresponder a la enorme trascendencia de nombrar gobernantes. Reconozco que en esta cuestión yo ya me bato en franca retirada y concedo poco tiempo del propio a una cuestión semejante. Pero el panorama se angosta cada jornada y eso no pregona nada bueno incluyendo la posibilidad de que lleguemos a la fecha tope para configurar las corporaciones y los elegidos estén aún negociando. Hace unos días, uno de los grandes conductores de opinión que en este país han sido y siguen siendo, decía que esto es lo que hay, que el caótico panorama que han dibujado las urnas recoge a la perfección el nuevo escenario social y político que nosotros mismos hemos preparado. Que hay que ceñirse a sus nuevas reglas y que hay que jugar la partida con las cartas que nos han dado. Es cierto. La España avanzado el siglo XXI, no tiene nada que ver con el que nos planteábamos a finales del siglo XX. Estamos ante un país nuevo, plural, avanzado, multicultural, heterogéneo e impredecible. Un país complejo y extraordinario.

De todos modos, la complejidad de este contexto variopinto que se nos abre no puede dejarse estrictamente a su aire y algo hay que acordar entre todos para que pueda ser tratado. Sospecho que uno de los primeros territorios en los que hay que poner el acento es en el propio protocolo para acomodar los sistemas electorales porque, a lo mejor, no son los más adecuados. Por ejemplo, el sistema de elección de alcaldes no parece responder a las exigencias de un singular teatro de operaciones liberal y democrático como el que necesitamos. Sobrevuela la hipótesis de apelar a una segunda vuelta a la francesa o la lista más votada a la portuguesa. A mí la que nos sirve ahora no me gusta nada.

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