Opinión

Dudas entre marmitas

Dicen que Patricia Conde ha salido del concurso de cocina más popular de la televisión aplicando maneras abruptas y acusando a dos de sus compañeros de haberse drogado durante el desarrollo del certamen. Patricia Conde es una mujer que no suele caer bien quizá porque es muy suya y dice las verdades aunque la líe, una especie de Luis Enrique en rubio, pero lo que son las cosas, yo no acabo de conectar con Luis Enrique y sin embargo admiro a Patricia Conde. Me parece  sincera, tierna, seria, valiente… y muy guapa si esto último se me permite decirlo sin que los colectivos feministas radicales me cuelguen de un palo.

Lo más destacado de este arranque de sinceridad políticamente incorrecto, publicitariamente desastroso, y socialmente alarmante, capaz de sembrar una sombra de sospecha mayor aún que todas las anteriores en un show televisivo que cada vez tiene menos de culinario y más de espectáculo, es precisamente ese amago de duda que han impuesto esas palabras en la carta de transparencia y honorabilidad de la cita, y la cada vez más extendida certeza de que hay en este espacio tan famoso una cara A y otra cara B como si fuera un single de los Beatles. Ya saben, “Ticket to ride-Yes it is”.

Personalmente sospecho que el tiempo adjudicado a Masterchef en este mundo caníbal de la televisión distracción hace algún tiempo que  se ha agotado, y que los responsables de la productora que se ocupa de llevarlo a cabo han ido tensando la cuerda más y más hasta que ya ha llegado al límite y en una de estas ediciones que están por llegar les va a explotar en la cara y lo va a poner todo perdido porque al programa se le descosen las costuras por todos los lados y salen al exterior situaciones dudosas cada dos por tres. Hay una especie de hastío culpable en cada uno de sus episodios que se inspira en toda la trastienda que se adivina y que asoma en una posproducción cada vez más latente en una intención publicitaria más evidente y una prolongación cada vez más artificial que se manifiesta en los jueces, en los invitados y en los propios concursantes, muchos de los cuáles toman el programa como una plataforma para recuperar el protagonismo perdido. El espectro es demasiado extenso y hay concurso para novatos, concurso para niños, concurso para abuelos y concurso para famosetes lo cual es mucho concursar. Vayamos atemperando su presencia –quien quiera verlo en estas ediciones se va a la cama a las tres de la mañana- y no se hable más.

Te puede interesar