Opinión

Las dudas razonables

La sospecha de que del 23-F no sabemos ni la mitad de lo que en verdad ocurrió es un tema de conversación concurrente y recurrente en todas las reuniones en las que se recuerdan los hechos que culminaron con el intento de secuestrar del Congreso de los Diputados, el turbio golpe de efecto que protagonizó un coronel de la Guardia Civil llamado Antonio Tejero Molina en aquella fatídica fecha.

Una gran parte de la sociedad no se ha contentado con aceptar la versión oficial que sirvió para el juicio y la condena de los ofíciales y civiles sedicioso como tampoco ha aceptado como bueno el relato oficial de los atentados del 11-M, el día en que unos terroristas islámicos volaron por los aires los trenes de cercanías que llegaban a Madrid atestados de viajeros a primera hora de la mañana causando una carnicería que marcó a sangre y fuego el futuro del país y que aún sigue pesando sobre nuestras conciencias. También en este caso, los hechos relatados durante la vista y las conclusiones finales validadas por el tribunal que emitió sentencia nos parecen a muchos de todo punto insuficientes, y también pesa sobre este dantesco escenario la percepción mayoritaria de que ni está todo investigado ni aquellos que fueron condenados son todos los que merecían serlo.

No contentarse con las explicaciones ofrecidas en ambos casos parece disgustar sin embargo a algunos sectores de la comunicación para los que dudar de la versión oficial expresada en estas sentencias está muy mal visto y a uno le pueden acusar de cualquier cosa si opta por no tragarse mansamente dos argumentos que en mi modesta opinión tienen más agujeros que una flauta travesera. Hay en estos relatos oficialmente cerrados y dados por buenos, multitud de puntos débiles que jalonan su endeble hilo argumental, y ni siquiera los instructores de ambos procesos se han atrevido a aclarar esas partes tan débiles de la historia incluso a la vuelta de los muchos años transcurridos.

Para acabar de liarla, ha venido Pilar Urbano a alborotar el gallinero con un libro que altera ferozmente el trabajado equilibrio y pone en duda el comportamiento del rey Juan Carlos en aquellas fechas del golpe del 23-F. Y tenemos al país de nuevo metido de lleno en la polémica quizá porque a nadie nos ha gustado nunca cómo se resolvieron ambas situaciones. Dudar es de sabios y yo solo se que no se nada.

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