Opinión

Dos ejemplos muy distintos

Con toda sinceridad pienso que Pere Navarro es el mejor director general de Tráfico que ha tenido desde siempre el departamento. Ingeniero industrial de excelente formación, inspector de Trabajo por oposición, titular de un amplio abanico de cargos administrativos necesitados de gestión, trabajo y sacrificio, Navarro se dejó las pestañas para cumplir objetivos, aplico medidas muchas veces polémicas para detener esta sangría, se mostró implacable con la aplicación de las leyes, exigió resultados a su gente como se los exigió a sí mismo, y logró cambiar por completo la tendencia. Luego ganaron los otros y lo echaron. Con el gabinete socialista, Navarro ha vuelto al puesto del que nunca debió irse, y sigue trabajando de manera incansable para paliar el trágico efecto del asfalto. Ha aplicado métodos muy polémicos, ha montado campañas que ponen los pelos de punta, y ha apelado a argumentos de choque para que el conductor –y el peatón también- entren en razón. Le llueven críticas pero es un tipo que nunca cambia el rictus ni se acojona. Va a por todas, y por ahora la apuesta le ha salido. Un funcionario valiente y ejemplar.

Por desgracia, el suceso de la semana se ha producido en el asfalto. Y lo ha protagonizado el futbolista José Antonio Reyes, el jugador sevillano que militaba en el Extremadura tras su paso por varios clubes: Sevilla, Arsenal, Real Madrid, Atlético, Benfica, Español y Córdoba, en algunos de cuyos vestuarios se ha sentado de ida y de vuelta. Lamentablemente, y a falta de confirmación oficial, el futbolista  viajaba en una Mercedes Brabus de brutal potencia, a 237 kilómetros por hora en la autopista, cuando una distracción le hizo chocar contra la protección de la calzada y un neumático se reventó por el impacto. Las consecuencias de una situación así no pueden ser otras que las que por desgracia se produjeron. El automóvil –sometido a un proceso de tuneado que había elevado su cilindrada a casi 3.000 cc, su caballaje a 550 CV e incrementó su velocidad punta hasta 250 km/h- salió literalmente volando por los aires, dio varias vueltas de campana, se estrelló contra una obras y se incendió. En su interior, viajan el jugador y dos primos. Uno está muerto y el otro, abrasado y en estado crítico. La triste realidad es que Reyes murió  viajando al doble de la velocidad que esta vía permitía. Y no solo murió él. De los pobres primos nadie ha escrito una palabra. Una muerte lamentable, claro. Pero no ejemplar.

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