Opinión

El actor secundario

Leyendo  retazos de las biografías de los tres hombres que compusieron el equipo Apolo 11 que pisó por primera vez la luna –Neil A. Armstrong, Edwin “Buzz” Aldrin y Michael Collins- uno acaba  comprendiendo el glorioso papel que desempeñan en los momentos estelares de la humanidad los llamados actores secundarios. Concretamente, del trío de astronautas que viajó al espacio en aquella histórica misión, el único que no aterrizó en la superficie lunar fue el tercero de ellos, un experimentado y competente teniente coronel del ejército del Aire graduado en West Point, piloto de combate  con cinco mil horas de vuelo antes de subirse a la nave, cuya extraordinaria pericia y serenidad a prueba de bombas consiguió que la compleja maniobra de desacoplar y acoplar el módulo en su desplazamiento de ida y vuelta a la corteza del satélite se produjera con sincronización perfecta. Michael Collins se quedó solo a bordo de la nave matriz durante más de veinticuatro horas contemplando el espacio infinito, repasando mentalmente una maniobra de cuya resolución dependía la vida de sus compañeros de expedición, y silbando por lo bajinis una canción de los Beach Boys para matar aquella jornada flotando en mitad de la nada que se le antojó una eternidad. Neil Armostrong y Buzz Aldrin se llevaron las mieles de la fama  mientras que del tercer astronauta apenas se acordó la posteridad hasta que la propia historia rescató su figura y le rindió los honores y el respeto necesarios. Collins tiene hoy 88 años y ha desarrollado una vida extraordinariamente activa, rica y ejemplar en la política, en la docencia, en la ciencia, en la cultura y en los negocios, como escritor, conferenciante, profesor de Universidad, director de museos e incluso como segundo secretario de Estado para Asuntos Sociales.

Por tanto, la pregunta clave que debemos hacernos ahora que el mundo recuerda la gesta de la conquista lunar hace cincuenta años es… ¿qué habría sido de ella sin un astronauta sacrificado y casi anónimo que renunció a la fama para permitir el éxito de la empresa? Y de paso, y ya puestos a plantearse cuestiones de indiscutible trascendencia, ¿qué sería de la música de rock and roll universal sin Ringo Starr? Pues reflexionemos un poco que no nos viene mal.

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