Opinión

El aldeano tiró la piedra

Miguel Ángel Revilla es uno de esos personajes de la política nacional que no permiten la indiferencia. No es el único en su género, y es cierto que ese biotipo campechano y zorruno que representa anida con cierta frecuencia en la política. Y sobre todo en las administraciones locales, donde se crían libremente ejemplares curiosos que explotan con singular habilidad virtudes como la llaneza en el trato, la aldeana sabiduría, el conocimiento disfrazado de inopia, el lirismo bonachón y campesino, y todos esos recursos que suelen derretir las barreras entre administrador y administrado. Hay, desde luego sujetos muy metidos en su papel, pero nadie le saca mejor partido a una expresión de estupor, un bigote poblado y una caja de sobaos pasiegos que el presidente cántabro. Actúa incluso cuando visita los urinarios. Plantado en una edad en la que la próstata protesta, cada vez que va a mear se encuentra compartiendo servicios con algún tipo con capacidad y poder de su misma quinta, momento en el que aprovecha para ofrecerle una lata de anchoas a cambio de un tendido eléctrico para su tierra. Revilla es, por mucho que disguste a un amplio sector de la opinión pública, un tipo listo. Y como tal, sabe muy bien cuál es su papel y hasta dónde debe forzar la máquina incluso para parecer menos listo. A veces, es cierto, le puede el ego, se le va la lengua y monta un cristo, pero lo normal y natural es que tenga muy presente dónde se sitúa el límite, lo cumpla no sin esfuerzo, sonría sin abrir la boca, y cubra su objetivo. A Pablo Motos el del Hormiguero lo tiene comiendo en el hueco de la mano como si fuera una cabra montesa de esas que pueblan los riscos de su tierra. Motos apela a él cuando no tiene qué llevarse a la boca, y Revilla nunca dice que no. Se mete en el bolsillo unas cuantas panderetas de anchoas de las buenas y se va a hacer la meseta. En su última comparecencia, convirtió el programa en un mitin. Advirtió a Pedro Sánchez que no le hará presidente si le vuelven a estafar con la fecha de llegada del AVE a Cantabria como hizo Zapatero, y puso a parir a los nacionalistas catalanes esos que, a su leal entender, lo tienen más claro que el caldo del asilo con el juez Marchena. Y las redes echan humo.

Astuto, taimado, pueblerino, ilustrado y liante, Revilla es un sujeto especial. Este aldeano que tira la piedra, incluso puede que el personaje que interpreta sea a la postre él mismo.

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