Opinión

El cierre del Congreso

La hipótesis, lejana pero en modo alguno descartable, de que se produjera un caso de coronavirus positivo en el Congreso de los Diputados ha terminado por producirse. Se trata de una situación sumamente indeseable porque convierte a todos los habitantes de la Cámara Baja en portadores sospechosos. Para colmo de males, el portador ya confirmado es un diputado que no genera especiales simpatías y que viene además y para acabar de complicar la situación, de participar en un acto multitudinario de su partido. Su partido es Vox y el infestado es Javier Ortega Smith, lo que ha obligado a sus compañeros de formación en los bancos de Hemiciclo a abandonar la cámara. La ausencia de los parlamentarios de Vox para evitar todavía mayor peligro, ha obligado a paralizar las actividades parlamentarias.

La presidenta Meritxell Betet se ha visto obligada a clausurar el Congreso, mandar a casa a sus señorías, y a renunciar a cualquier actividad porque una asamblea sin cincuenta y dos de sus miembros no es una asamblea facultada para tomar decisiones. A la hora de imaginar un episodio por demás ingrato en esta crisis, quizá este positivo de Ortega Smith sea uno de los más indeseados, especialmente tras la celebración del congreso en Vista Alegre aunque justo es reconocer que, a estas alturas, ya poco importa dónde se haya cogido el virus. La prioridad es detener su progresión lo antes y lo mejor posible. En eso están las autoridades nacionales y autonómicas con el ministro a la cabeza y el respaldo de un sistema sanitario nacional que es, casi con toda seguridad, uno de los  mejores del mundo. Paradójicamente, el sistema de atención sanitaria del que disfrutamos los españoles no es obra de gobiernos recientes ni democráticos, ni en su creación han tenido que ver los que ahora lo ensalzan y lo destacan con justificado entusiasmo, sino que es una creación de la época franquista. La creación de la Seguridad Social y su impecable jurisprudencia  procede del año 1945, y se reguló mediante una ley de bases en 1963. Sus resultados, justo es reconocerlo, son extraordinarios hasta el punto de que todos los países de nuestro entorno tratan de copiar nuestro sistema y nos envidian.

Ayer comparecieron el ministro de Sanidad -que está llevando a cabo una labor impecable- y la vicepresidenta y portavoz, María Jesús Montero a lo que solo le preocupaba destacar lo interesado y activo que está en el asunto, el presidente Pedro Sánchez. O sea, el Yin y el Yan, el ministro y la ministra.

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