Opinión

El curita expulsado

Alguien me contó que un entrenador de San Lorenzo de Almagro –probablemente Juan Carlos Lorenzo que lo fue también del Atlético durante una larga temporada- rogó a un joven jesuita hincha a muerte del equipo, que espaciara las visitas al vestuario porque estaba volviendo majareta al plantel de tanta charla que administraba a los muchachos sobre sus potencias espirituales. El técnico decía que los chicos tenían que pensar en fútbol y nada más que en fútbol, y el curita los distraía con sus peroratas. El curita era Jorge Bergoglio, un técnico químico que había plantado a una mina muy guapa prácticamente camino al altar para ingresar en un noviciado de la Compañía de Jesús y allí, y tras un largo periodo preparatorio que acabó a finales de la década de los sesenta,  se convirtió en sacerdote y miembro de la orden fundada por el soldado Ignacio de Loyola de la que acabaría convirtiéndose en provincial de los argentinos.

El curita al que Juan Carlos Lorenzo acabó prohibiendo la entrada en el vestuario de los “cuervos” de Boedo hizo añicos muchos años después todos los pronósticos, cuando entró como cardenal primado de la iglesia de la República Argentina en el cónclave de marzo de 2013, y salió de él convertido en Papa sustituyendo a monseñor Ratzinger que había declinado seguir ostentando el cargo. Ratzinger se reinstaló como Papa emérito, planteando un escenario nunca antes establecido. Un Papa titular y otro en la sombra. Como ambos eran absolutamente opuestos, los primeros compases de este dualidad fueron caóticos. Una espléndida película para la televisión narra a la perfección este pintoresco escenario.

Confieso que personalmente esperaba más de Francisco y suponía que su papado iba a ser más interesante y vital de lo que está siendo. Francisco es un pontífice cercano y seguramente muy simpático en el plano personal pero, tras un inicio de expresión fulgurante, se ha ido quedando. Sospecho que las altas esferas del Vaticano reaccionan ante una situación de conflicto como las defensas en un cuerpo humano. Se desatan espontáneamente y defienden su territorio con la bayoneta calada. Su último mensaje navideño está en la línea que le caracteriza pero parece más teórico que práctico. Quizá pidamos imposibles pero por pedir que no quede.

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