Opinión

El ejemplo a seguir

Fernando Simón, médico especializado en enfermedades infecciosas, encarna con todo merecimiento el rostro más reconfortante de la autoridad sanitaria que gestiona en nuestro país la crisis del coronavirus. Aragonés de cincuenta y siete años y director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Estado, es un alto funcionario del ministerio de Sanidad al que le ha tocado pelearse y ganarle la partida a varias epidemias de gripe anteriores a este virus y también al ébola, combates en los que ya demostró desde la humildad, el pragmatismo y la competencia profesional, un estupendo caudal de valores personales y profesionales. Sin duda por este motivo, y tras formarse en España e Inglaterra, y desempeñar tareas de dirección en centros epidemiológicos del continente africano, lleva casi diez años desempeñando su actual responsabilidad y lo ha hecho con ministros –una docena de titulares del departamento para ser exactos- provenientes de la derecha y la izquierda.

Ministros y ministras socialistas, conservadores y lo que haga falta. Es un profesional de tomo y lomo, sensato, sensible, prudente y veraz, que domina su oficio y expresa con claridad y contundencia su mensaje. Inclinar sobre él la responsabilidad de informar sobre la evolución de la epidemia ha sido, casi con toda seguridad, el acierto máximo a la hora de plantear los métodos de acceso a una población cuya confianza se ha ganado a pulso. Entre las posibilidades de Simón no está la de ordenar la multiplicación de dotaciones técnicas y humanas en los hospitales de las zonas más afectadas, sino aconsejar que así se haga, pero su actuación está contribuyendo a sostener la ansiedad y el miedo en términos asumibles. Y si la reacción del público no ha sido más dislocada se debe en buena medida a su serenidad y cordura.

El caso del doctor Simón es un ejemplo sumamente revelador de la bondad de elegir a los mejores para cada puesto, como principal acicate para mejor y consolidar el sistema. Lo fichó Ana Pastor y se lo trajo desde París para montar un servicio de alerta sanitaria, y ahí sigue, a día de hoy como su máximo responsable. Se le nota que no es un político porque dice lo que sabe y no esconde ni engaña a nadie. Ojalá su ejemplo se hiciera tan viral como sus ojos azules y su cabellera permanentemente alborotada.

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