Opinión

El país del tobogán

Da la impresión de que vivimos montados en un carrusel. En el doble álbum con tapas de color blanco que los Beatles editaron con el material compuesto durante su estancia en la India, se incluía un número escrito por McCartney que comparaba el amor de una mala mujer con un tobogán de feria. Se llama “Helter Skelter”, que es el nombre de una popular atracción en la que los usuarios suben, bajan y se retuercen a lo largo de un disparatado trayecto. La grabación de este corte fue infernal según cuentan las crónicas, hasta el punto de que, a su término, Ringo Starr clamó con voz desgarrada, “Tengo los dedos llenos de ampollas”, una frase que los responsables de la grabación mantuvieron a su término.

La política gubernamental está adquiriendo la apariencia de un “helter skelter” y lo más sorprendente es que no habría necesidad de pasar por estos tragos. E incluso sus devastadoras aplicaciones resultan paradójicamente, y salvo error u omisión, francamente contraproducentes para sus actores.

Nada exigía tomar una decisión tan disparatada y gratuita como la de la nueva tarifa eléctrica dictaminada por el ministerio y firmada por la ministra del departamento que ha salido de las catacumbas para aplicar unas directrices que no solo resultan mortíferas para el usuario común –las familias con hijos pequeños, los trabajadores, la gente de a pie, los pensionistas, las viudas o las madres solteras por citar algunos- sino que demuele literalmente todo el discurso que los dos partidos que comparten la responsabilidad de gobernar usaron hasta cansarse durante el tiempo que permanecieron en la oposición. Desgraciadamente ambas prácticas se están volviendo moneda de uso corriente: Corregirse a sí mismos para hacer todo lo contrario de lo que antes predicaban, y tomar decisiones que nadie estaba solicitando y que podrían aparcarse sin problema hasta que se vivieran tiempos mejores que ofrecieran un campo más adecuado en el que aplicar soluciones mejores también.

Cuando no es un indulto del que el presidente del Gobierno abominó en su momento, es una injusta y desequilibrada factura energética a la que con anterioridad se habían opuesto con uñas y dientes. O, una crisis gravísima con Marruecos de la que, por cierto, no quiere saber nada la ministra de Exteriores. Un susto diario y un país montado en una montaña rusa.

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