Opinión

El perfil imperial

Se despereza el verano entre sol y sol, playa y calor – eso dicen al menos las revistas especializadas mientras en esta nuestra atalaya norteña disfrutamos de un otoño benigno aderezado con tempranas luces navideñas para ir haciendo el cuerpo- y el país disfruta con el cruce de disparatadas situaciones por cuya existencia se demuestra mejor que nadie el caos ideológico y social en el que el país vive. Mientras el gobierno que preside Armengol aboga por la entrega inmediata por parte de la Corona del palacio de Marivent, la propia presidenta balear acude gozosa y con sus mejores galas a retratarse con esos huéspedes indeseados a los que quiere echar.

Esta permanente dualidad insana que preside el trato de la nueva izquierda con la monarquía se complementa admirablemente con el inicio de las vacaciones del presidente del Gobierno, quien de nuevo elije La Mareta para pasar el estío soslayando para no traicionar a su propia conciencia, que la Mareta es un palacete situado en el municipio de Teguise en la isla de Lanzarote que pertenece a Patrimonio y que se incluye en el conjunto de residencias al servicio de la Familia Real. El lapsus culpable de Sánchez regatea el dudoso origen de la residencia, un palacete que ordenó construir el rey Hussein de Jordania y que jamás pisó. De hecho, el único que utilizó la impresionante vivienda fue uno de los hijos del soberano que, por lo visto, pasó allí su luna de miel. El caso es que Hussein se cansó y sin poner un pie en ella, en 1980 se la regaló al rey Juan Carlos quien, a su vez, la cedió a la dirección general de Patrimonio. En uno de los pocos períodos en los que la Familia Real usó La Mareta, se produjo el fallecimiento de la infanta Mercedes, -madre del monarca- durante una estancia para celebrar el Año Nuevo de 2000. Además del hecho luctuoso y el dolor de la pérdida, originó un complejo problema de protocolo para trasladar el cadáver a la península.

Pedro Sánchez ha elegido un enclave sumamente polémico para pasar sus vacaciones, y mira que habría cientos de lugares mucho más propicios. Pero es evidente que Sánchez se ve a sí mismo con un cierto perfil imperial y La Mareta le sienta como un guante. Decía mi padre: “a quien nunca llevó bragas, las puntillas le hacen llagas”. Y qué razón tenía. Viendo al presidente veraneando en un palacete propio de la Monarquía la sentencia se adivina muy correcta. El próximo año, irá a Marivent.

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