Opinión

El servicio necesario

Según la biografía que figura en la red, Roger Torrent i Ramió es un político catalán de 42 años, licenciado en Ciencias Políticas y militante casi desde su adolescencia en Ezquerra Republicana. La única pieza sobresaliente en un expediente prácticamente plano es su pertenencia a la administración local. Con apenas veinte años era concejal en el ayuntamiento de su pueblo –un municipio de apenas cinco mil habitantes llamado Sarriá del Ter y situado en la provincia de Girona- del que fue alcalde primero gracias a un pacto con CIU y, más tarde, por mayoría absoluta. Estos últimos años le propiciaron un escaño en el Parlamento de Cataluña que ahora preside. Algunos maledicientes dicen que los independentistas buscaron un muchacho bien enseñado y adicto a la causa, que no planteara problemas y facilitara  cualquier necesidad demandada por las hueste de la secesión. A juzgar por su comportamiento, lo que queda de esta pintoresca asonada ha encontrado en este sujeto de mirada trascendente y ademán estirado un socio de primerísimo calidad. No solo ha puesto la institución al servicio de los escindidos sino que ha viajado con carácter oficial y en posesión de su cargo hasta Bruselas para recibir las ordenes en persona que le pueda transmitir su señorito natural Carles Puigdemont hoy huésped del sistema penitenciario alemán. No solo ha sustituido un pleno de investidura por otro de naturaleza monográfica sobre la crueldad del Estado español, sino que ha agitado a las masas desde el púlpito hasta el punto de que los propios Mossos  le han advertido muy seriamente de la deriva violenta que está adquiriendo el movimiento y que puede acabar en una desgracia. Torrent, ha vulnerado todos los  principios de equilibrio y equidistancia imaginables, ha traicionado la ecuanimidad que se presupone a la instancia que preside y ha salido a la calle comportándose como un manifestante más. No se ha dignado a recibir a los que no comulgan con el independentismo –por ejemplo Inés Arrimadas que encabeza la opción que ha ganado las elecciones- y preside silenciando las voces opositoras.

Torrent no podría estar ni un minuto más a la cabeza de un parlamento occidental libre y democrático pero eso hace mucho que a la Cataluña de la secesión no le importa nada. La figura de pasmarote que encarna este sujeto es la más adecuada  para los fines que se persiguen y Torrent está dispuesto a colaborar lo que haga falta. Luces tiene pocas, espíritu de servidumbre le sobra y aguantará hasta que le toque rendir cuentas como le ha pasado a la tropa que le ha precedido. Ya llegará.

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