Opinión

El silencio mismo

Existe estos días una sospecha razonablemente extendida que supone el reinado de Felipe de Borbón como el último de la Monarquía. Es evidente que el proceso de progresiva degradación institucional y personal que su padre Juan Carlos ha perseguido y obtenido con tanta ahínco coloca a la Corona en un lugar incómodo. El estandarte de esta corriente desde el prisma parlamentario lo han levantado a partes igual los extremos del arco parlamentario, paradójicamente unidos por su vocación republicana tan distante sin embargo como sus propias raíces políticas. Por un lado, se ha impuesto la insaciable sed de escarmiento mostrada por Unidas Podemos no solo por un espíritu no afín a la Monarquía, sino por su necesidad imperiosa de buscarse un argumento que les permita recuperar algo del terreno perdido. Por el otro lado, la reprobación monárquica la ha enarbolado el independentismo catalán permanentemente abducido por una supuesta deuda pendiente con la dinastía Borbón que se remonta a los principios del siglo XVIII. Unidas Podemos es una caricatura de partido político, de izquierda radical como principio, que pierde más votantes que agua en un cesto y que se amarra a cualquier cosa para sobreponerse a un bache muy profundo al que le ha conducido la permanente incoherencia de su líder. Por el otro lado justo del espectro, está la burguesía ilustrada catalana de  palco en el Camp Nou y en el Liceu, que ha robado a destajo y que necesita congraciarse con los suyos apelando a aquel episodio de la Guerra de Sucesión cuando era necesario buscar un heredero para Carlos II, el pobre rey enfermo y completamente imbécil, con cuyo desastrosos reinado se acabó la dinastía de los Austria. Cataluña apostó por el que no era.

Del mismo modo que desde Fernando VII no han existido más que dos monarcas que fallecieran con la corona puesta -él mismo y Alfonso XII- más cierto es sin duda que en España, desde los tiempos de Don Pelayo, no han existido más que dos periodos republicanos que juntos han sobrevivido  menos de doce años frente a quince siglos de monarquías. Por tanto, suponer que la opción monárquica va a caer así como así, tampoco es especialmente convincente. Estamos escuchando las opiniones de sectores políticos muy concretos y definidos, pero en España conviven más de 40 millones de personas que por el momento no han dicho ni pío. Convendría recordarlo para calcular con más esmero.

Te puede interesar