Opinión

El vicio de preguntar

Cuando un grupo de estudiantes de periodismo me preguntó un día cuál era estimulo imprescindible para progresar en este oficio contesté que, a falta de una compensación económica lo suficientemente golosa como para otorgar grandes satisfacciones materiales, lo que de verdad distinguía en mi opinión a los llamados a ejercerla con dignidad y competencia era sin duda la curiosidad. Lo dije en su día y lo mantengo hoy, porque si bien creo que la técnica puede adquirirse y el conocimiento puede aprenderse, el olfato se lleva de fábrica y es el olfato del periodista –que no es un tópico sino una gozosa verdad como la mayor parte de nosotros sabemos y celebramos- el que nos mueve a querer saber más, a no conformarnos con una única versión y lo que nos preserva de los que nos quieren liar. En definitiva, y tomando prestada una expresión bíblica, es la curiosidad la que nos permite separar el trigo de la paja. 

Desgraciadamente, las nuevas normas que parecen regir la relación entre las fuentes y los transmisores han ido mutando de significado y contenido convirtiéndose, al menos en el proceloso ponto de la información política, en un chalaneo infame que los políticos han impuesto y una gran parte de las nuevas generaciones de periodistas han aceptado sin rechistar. La obligación sacrosanta de los periodistas es preguntar y el mismo supuesto parece dictaminar que la de los políticos es responder procurando además no marcharse por los cerros de Úbeda porque al menos antaño, los que contaban las historias y la propia exigencia social de los que las recibían, solían exigir un mínimo de rigor y una coherencia que otorgara dignidad y verdad al relato. Hoy, ya digo, las cosas han cambiado y este marco de juego comúnmente aceptado que nos sentaba a todos tan bien, ya no es el mismo.

La negociación entre el PSOE y ERC es tan opaca que nada sabemos de sus términos. Pero lo más incalificable de este asunto es que la mayor parte de los periodistas no exigen conocerlos. Los españoles hemos votado a los partidos para que actúe, Pero también para que nos den cuenta de cómo actúan. Para colmo de males, el secretario de  Estado para la Comunicación, ha regañado públicamente al colectivo desde la Moncloa porque algunos han osado preguntar. Que desfachatez. 

Todo puede ir a peor. Incluso las ruedas de prensa, que son hoy dirigidas, vacías, inútiles y mentirosas. Y a veces ni siquiera admiten preguntas…

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