Opinión

Élite y clase de tropa

Las cosas que afectan a mi profesión me producen una inquietud que, bueno sería reconocerlo, es más fruto de mi amor por este oficio que mi intención de mejorarlo. Al fin y al cabo, yo ya estoy fuera de la circulación hablando en plata, pero las jóvenes generaciones bien harían en tratar de preservarlo.

A partir de la tarde del domingo y razonablemente preparado para asumir cualquier contingencia fruto del dramático panorama que se estaba desarrollando, me puse ante el televisor dispuesto a seguir los acontecimientos en diferentes cadenas. Comencé a comprobar inquieto que las cadenas privadas afrontaron pronto los sucesos bailando en el alambre. Mientras los enviados al borde de la línea de fuego se batían el cobre como jabatos, jugándose el pellejo y acercando cámara y micros al filo mismo de las llamas, las mesas de redacción comenzaban a hacer agua por la banda de unos comentaristas de quita y pon cuyos errores de apreciación y valoraciones sin fundamento demolieron sin la menor responsabilidad la estupenda tarea que estaban llevando a cabo los chicos de infantería en los lugares donde la actualidad quemaba. Desde los centros de emisión y  urgidos por la premura, los presentadores y sus tertulianos cambiaron localizaciones, confundieron interlocutores, se expresaron  en sentencias sin el menor fundamento y despreciaron a los que sabían de ello. A seiscientos kilómetros del lío, la ausencia de rigor y los comentarios a lo que salga parece como si pudieran disimularse.

Esta disposición a hablar de oído sin el menor recato se ha intensificado en jornadas posteriores y hemos visto como se comentaba -con el fondo de una filmación- lo apenados que estaban los vigueses mientras ardían sus calles mientras las imágenes correspondían en realidad a Baiona. Y otras muchas situaciones por el estilo. Hubo unas cuantas.

La seriedad, el rigor, la propiedad… son factores que se llevan mal con las prisas y el apresuramiento trae estos errores que no deberían producirse. Desgraciadamente, las cadenas de televisión –especialmente las privadas- luchan a brazo partido por la audiencia y en aras de estos procedimientos prefieren ser las primeras aunque los contenidos salgan sin una revisión previa y sin el pertinente amparo de la reflexión. Paradójicamente, los medios son magníficos y también lo son los pulsos y los arrestos de los de la clase de tropa. Todos los que nos hemos curtido en el oficio hemos sido alguna vez clase de tripa. Lo malo es cuando uno comienza a encontrarse listo para dictar sentencias.  

Te puede interesar