Opinión

Escribir se va a acabar

Hace mucho tiempo que las periodistas y los periodistos –debería decirse así con esto del lenguaje inclusivo- ya no pintamos nada. La mayor parte de nosotros aspiramos a salir del oficio que nos da de comer con carácter cotidiano escribiendo una novela que sea un bombazo y nos permita abandonar una existencia cada vez más tacaña en recompensas sobre todo ahora que los centros de influencia y los estados de opinión ya no los marcamos los que escribimos en los periódicos sino los/las “influencers” que se desempeñan en las redes sociales y que mueven muchos más seguidores que los que podamos tener en toda nuestra vida los columnistas de la vieja escuela. Maldito para lo que vale a estas alturas haberse quemado las pestañas estudiando teoría de la Comunicación, maldito para lo que sirven cuatro años de cuartillero y manzanillo de prácticas en un medio cualquiera si en estos tiempos que corren una joven salerosa mueve conciencias y sacude adhesiones subiendo una foto propia en ropa interior y escribiendo sin grandes compromisos estilísticos unas líneas de acompañamiento sobre los poderes de la lencería que sus fans celebran con grandes muestras de entusiasmo.

Ese es el sino que nos acompaña y eso ya se lo sabía Galdós,  que aprovechaba cualquier tiempo muerto entre sesión y sesión de Cortes o se quedaba despierto en la pensión hasta la tantas tratando de rematar su novela “La Fontana de Oro” que al fin consiguió dar fin y publicar al tiempo en que en la calle del Turco acribillaban al general Prim por aquellos mismo días. Dijo Valle Inclán que Galdós se había jugado el bigote para averiguar lo que había tras la conjura de la calle del Turco, que le prometió contárselo, pero que al final se arrugó y prefirió redactar el capítulo correspondiente al magnicidio en “Los episodios Nacionales” usando la versión oficial que todo el mundo sabía que era una cataplasma.

Y es que, lo de escribir según en qué tiempo y en qué lugar ha podido ser peligroso. Y en empeñarse en contar lo que no se debe le puede ir a uno la vida que no es el primero. Pero eso es casi historia. Los influencers no se juegan la vida en sus escritos. Simplemente se la ganan y muy divinamente por cierto.

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