Opinión

Eterna fatiga

El Gobierno es un amasijo de personajes sin norte ni sentido, compuesto por mucha gente y del que sobra la cuarta parte

Poco a poco las cosas van recobrando su condición natural, y los partidos políticos vuelven a ocupar las primeras posiciones en la clasificación de trascendencias que configuran en estos tiempos difíciles el devenir cotidiano. El efecto de la pandemia en su tercera -¿o cuarta?- ola, sabiamente mezclada su gravedad con la aparición de Filomena, -la tormenta perfecta de nieve que ha asolado medio país con su correspondiente cola de frío polar que mantiene todavía en vilo muchas demarcaciones españolas- consiguieron desbancar a la peor clase política de la Europa comunitaria de su posición de privilegio en el pensamiento de todos nosotros y en las cabeceras de los medios de comunicación. Una posición en el primer nivel de actualidad que sin duda merece un repaso desapasionado no tanto por su gestión desastrosa en todos los cuarteles en cuyas garitas este colectivo impresentable ha hecho guardia sino, lo que es más grave, porque se han comportado como si estuvieran desarrollando una tarea irreprochable y han puesto cara de haber triunfado (no hay más que fijarse en el rictus de satisfacción con el que ha reaparecido el titular de Movilidad, José Luis Ávalos, tantos días agazapado en alguna parte de los refugios administrativos de los que dispone. El Gobierno es un amasijo de personajes sin norte ni sentido, compuesto por mucha gente y del que sobra la cuarta parte de sus componentes. Hay ministros para montar tres gobiernos, a los que se justifica añadir los correspondientes ejecutivos de las administraciones regionales y los responsables de las instituciones nacionales y autonómicas. Todos juntos darían para llenar el Wanda Metropolitano en el caso en que el público pudiera acudir a los estadios. Pero el fútbol, por el momento, se juega sin espectadores, y todo este tropel de personajes, en su mayoría inútiles, pueden quedarse en su casa. 

Superado el paso de Filomena y de nuevo aterrados por el grado creciente de la pandemia, no nos queda otra que asistir otra vez a la guerra de guerrillas montada entre el Gobierno y las administraciones no afines, un combate mil veces repetido y mil veces escenificado hasta el agotamiento. Una polémica extenuante y aburrida que no hace otra cosa que desgastar nuestra calidad democrática. Y nunca se acaba.

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