Opinión

El futbolista y el sujeto

Las sociedades de ascendencia latina muestran deseos frecuentes de sacar los pies del tiesto. No es fácil que en el terreno de la lisonja y el enaltecimiento se le vaya la pinza a un noruego, pero a nosotros nos han hecho así, y así somos de excesivos: en el amar y en el aborrecer, en la gordura y en la flaqueza, en la alegría y en el duelo. Somos disparatados para odiar y para querer, y cuando nos ponemos a operar en el asunto del sexo, dicen que somos canelita en rama. Latinos/as ardientes, impulsivos/as e intensos/as, si hay que demostrar quién manda aquí, lo damos todo sin distinción de pieles, de tonalidades, de géneros y de sexo. Y para rematar la faena, un chocolate con churros, y a por el siguiente tercio.

Latinos somos y por eso somos los que hemos puesto toda la carne en el asador para honrar a Maradona, que ha sido recordado en su infinita magnificencia sin discernir entre el futbolista sublime –seguramente el mejor de la Historia con el permiso de don Alfredo- y el sujeto mal encarado y enfermo que era el Diego fuera de los terrenos de juego. En el viejo continente, españoles e italianos –habitantes de países que lo tuvieron vestido de corto- le han guardado respetuosos minutos de silencio portando su camiseta con el 10, recordando sus hazañas y llorando su pérdida. A ellos se han unido más discretamente griegos y portugueses también latinos, y no han regateado prudentes elogios a su calidad futbolística desde Francia. Cruzando el charco, el desmadre por supuesto ha sido sideral, especialmente en su país, Argentina, donde una parte de sus habitantes le han otorgado el tratamiento de dios viviente. Y, sin embargo…

Hay también voces disidentes tan respetables como sensatas que abogan, y con razón, por reconducir las cosas a su justo término. Yo me solidarizo de corazón con la futbolista gallega Paula da Pena que le dio la espalda y no se avino a participar en el minuto de silencio impuesto por los federativos por considerar que Maradona era un futbolista genial y un “mal hombre, un maltratador, un machista y un putero” según sus propias palabras. Lo era en verdad.

Y lo hago también con Peter Shilton, el guardameta inglés al que clavó la llamada “mano de Dios”. Shilton está hasta la coronilla de ser la víctima de la fiesta. “Fue un gran futbolista, pero hizo trampa”. Pues también es cierto y justo es reconocerlo.

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