Opinión

El genio traspapelado

Hace unos días, escuché en un programa de televisión una referencia al llamado “Himno a la alegría” que tanto los presentadores como los concursantes atribuyeron en su más absoluta indocumentación a Miguel Ríos, el veterano intérprete granadino que, en efecto, puso su voz al tratamiento que el compositor y arreglista argentino Waldo de los Ríos aplicó al cuarto movimiento de la Novena Sinfonía compuesta por un sujeto llamado Ludwig Van Beethoven que de algo debería sonarnos a todos. Beethoven fue un verdadero desgraciado en su vida y batió todos los registros de miseria posibles, incluido la que quizá mejor podría percibirse como la adversidad culminación de todas las otras. Que el compositor más grande jamás nacido -con el permiso de Mozart al que según las fuentes conoció y por el que fue recibido y alabado siendo muy joven- se quedara sordo como una tapia a los 35 años.

Es, en efecto, el colmo de la desventura, y de hecho, esta sinfonía que inspiró la canción interpretada por Ríos fue escrita en  los últimos años de una vida que fue toda ella y de principio a fin, simplemente una tragedia injusta y espantosa. La Sinfonía número 9 en re menor, llamada Coral, finaliza en efecto con un vibrante movimiento cantado que se basa en textos debidos al poeta Shiller. Es, según los expertos mundiales, la obra musical más grande jamás compuesta e interpretada, y su desdichado autor no pudo por supuesto escucharla nunca. El día de su estreno hubo de conformarse con leer la partitura entre bambalinas, observar los movimientos del director y los músicos a través de la cortina, e imaginársela en su privilegiada cabeza. Al finalizar la interpretación, el genio fue acompañado por el primer violín al escenario y recibió en el más absoluto silencio los aplausos entusiastas que el público tributó a su obra magna.

Estamos en la Viena de 1824 y aproximadamente doscientos años después un concurso de televisión se olvida del talento musical más excelso del género humano, y nos quedamos todos tan frescos en lugar de salir a la calle en manifestación para que guionistas, directores, presentadores y concursantes  del espacio en cuestión paguen su incalificable falta de respeto y su lamentable incultura con penas de cárcel. Por causas más leves y absurdas se han invadido las calles.

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