Opinión

Dos homenajes y un silencio

Mientras en Balaídos la indigna banda de celtarras que se atrinchera en Río bajo y cuya presencia en el campo debería acabarse como medida profiláctica, impedía con sus voces y silbidos que se cumpliera el minuto de silencio en homenaje a Vanessa Lage -oficial de policía asesinada a quemarropa por un asaltador de bancos- la plantilla entera del Deportivo guardaba otro minuto de silencio en memoria de un sujeto que había acudido a Madrid a medirse en una guerra urbana contra otra cuadrilla hecha de mismos vándalos pero del equipo rival. Sus enemigos en el improvisado campo de batalla previamente estableado por cita informática a orillas del Manzanares, le aporrearon hasta matarle, tirando a continuación su cuerpo de cabeza al agua. Se trataba de un hombre de 43 años, con abundantes antecedentes penales, convicto de abusos y malos tratos, consumidor y traficante, maestro en la provocación de incidentes de orden público, bronquista, agresor y cabecilla de una de las fracciones más duras entre los radicales que alimenta el equipo coruñés. Una desventurada vida que acabó en sintonía plena con su propia y dudosa existencia, dejando además dos hijos adolescentes. Qué hace un tío de 43 años, padre de familia en semejante salsa.

Vanessa Lage arriesgaba su vida diariamente a favor de una sociedad más justa y más libre y no hubiera dudado en ponerla en juego para auxiliar a sujetos tan indeseables como los celtarras en caso de que hubiera hecho falta, porque ese era su oficio y a él se debía en cuerpo y alma. El Deportivo no solo tolera y probablemente alienta por sus sentinas la proliferación de estas fracciones marginales de su propia y sin duda muy digna hinchada, sino que tolera que su plantilla rinda sentido homenaje de respeto y silencio a uno de aquellos que han ido a matar o morir a Madrid y que en buena ley deberían avergonzarle. Ha perdido la vida, pero lo ha hecho en una refriega intolerable y bárbara que desborda el vaso de la repugnancia y alienta el desasosiego entre todos los que adoramos el fútbol y que sin embargo cada vez estamos más convencidos, a la vista de los peligros que acechan en cualquier estadio, de que más vale verlo desde casa. Los presidentes del Celta y del Deportivo tienen la ahora la última palabra.

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