Opinión

La incapacidad de la ministra

Es cierto que la ministra de Hacienda es un auténtico desastre como portavoz de un Gobierno que, por otra parte, no necesita portavoz porque hace lo que le viene en gana y no desea ni necesita contarlo. Las veces en la que la Montero ha aparecido para transmitir al respetable cualquier noticia, no ha hecho otra cosa que liarla, pero esa situación apenas cuenta ni tiene la más mínima trascendencia. Al fin y al cabo, nadie se planteará una reflexión una vez procesados todos los disparates que dice. Lo verdaderamente grave sin embargo de esta situación no está en las aparentes incongruencias de su parlamento sino en el motivo real por el que Montero se mantiene en el puesto. Montero expresa simplemente aquello que le transmite su jefe y lo que le transmite su jefe es, punto por puno, aquel viejo lema que se hizo famosos en el semanario de humor “La Codorniz” hace más de medio siglo: “usted pregunte lo que quiera que yo le contestaré lo que me dé la gana”.

Hace un par de días, la titular de Hacienda y voz autorizada del Gobierno respondió sin pestañear a las preguntas de los periodistas sobre el informe elaborado por el Consejo de Estado en el que se reflejan al menos siete correcciones efectuadas por el mencionado órgano sobre el tratamiento que el Gobierno desea otorgar al reparto de los fondos que llegan de Europa. Los periodistas sugirieron que el informe era demoledor, y la ministra siguió a lo suyo. “En primer lugar, y como todos los informes que hace el Consejo de Estado, el informe no es vinculante. Y en segundo lugar, no se puede calificar de demoledor porque todas las aportaciones que realiza el Consejo de Estado son constructivas”. Fue preámbulo de una clásica bronca pública a la oposición a la que acusó de obstruir el manejo y distribución de los mencionados fondos.

María Jesús Montero es médica, y tal vez hay que preguntarse cómo es posible que sea un médico –y probablemente muy bueno en lo suyo- quien se ocupe de gestionar las cuentas del Estado. En cuanto a la evidente incapacidad del mismo personaje para desempeñar el cargo de portavoz manifestada cada vez que abre la boca, el debate está solventado. Está ahí precisamente porque no se le entiende. Este último razonamiento sobre la tendencia de las recomendaciones del Consejo de Estado es una solemne estupidez. Así que, es por eso.

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