Opinión

Lo irremediable de ser viejo

Con independencia del resultado que consiga la moción de censura cuyo final salvo descomunal sorpresa ya está anunciado, conviene reflexionar con una cierta generosidad sobre los argumentos que se han ido dando cita tanto en las bocas de los diputados pertenecientes a los partidos que deben responderla como en los medios de comunicación que se han encargado de enjuiciarla. En la Grecia clásica y aún en la poderosa Roma, las intervenciones de mayor calado intelectual y político en los foros parlamentarios correspondían a la gente de edad. Se consideraba que la ancianidad era sinónimo de reflexión y prudencia, y los foros aceptaban de muy buen grado la opinión de los más viejos como portadores de excelentes virtudes para contribuir a la paz y la concordia en la toma de decisiones y en el desarrollo de la cuestión pública. Eran sabios y justos en sus decisiones.

Uno, que ya va siendo viejo y por tanto está en esa edad en la que comienza a percibir en derredor un cierto desprecio por considerar sinónimo de descrédito la edad avanzada, se sorprende al comprobar cómo tanto los diputados del lado del Gobierno como muchos de los opinantes que se expresan en prensa, tele y radio ponen especial acento en los ochenta y tantos años del ponente como si el hecho de ser viejo le impidiera alcanzar la lucidez necesaria para expresarse sin cometer desmanes de dicción, intención y memoria. Tamamaes es, efectivamente, un señor de casi noventa años al que seguramente la encantaría poder subirse a la tribuna de oradores para soltar su arenga, pero no puede hacerlo precisamente porque es viejo en contraposición con la mayor parte de sus señorías todos ellos cuarenta años más jóvenes. Pero ser viejo no es en sí una enfermedad -aunque uno sea más vulnerable a ellas- sino el resultado normal de un proceso biológico. Por tanto, no necesariamente uno ha de estar chocho e inhabilitado. Uno es viejo pero no gilipollas.

Los diputados de las filas de Gobierno y partidos afines que alardean de pensamientos socialmente avanzados y comprensivos del mismo modo que exponen como programa principios altamente solidarios, no deberían utilizar como argumento de descalificación la avanzada edad del sujeto querellante. Otra cosa es el contenido, la representación del partido que ostenta y, en general, los valores que defienda. Pero no el ser viejo.

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