Opinión

La campaña de la campaña

La campaña electoral ha comenzado a lo grande, llena de gestos ampulosos e intervenida, como ya va siendo norma de la casa, por Tezanos y sus mariachi que acostumbran a personarse en los inicios de un periodo pre electoral lanzando uno de sus ya famosos platos cocinados en sus fogones. El que ha visto la luz precisamente el día que se da el banderazo de salida, dice que el PSOE va a gobernar en todas las autonomías en las que habrá urnas, incluyendo la de Madrid –que era del PP desde hace 24 años- salvo en Cantabria y en Navarra. Llevamos un tiempo demasiado dilatado metidos en pre campañas, campañas, pos campañas, debates, más debates, a dos, a tres, a cuatro, o a lo que sea, lo que en realidad impide gobernar, o al menos impide tomar decisiones limpias de influencia electoral. En este país nuestro no se ha gobernado en realidad el día a día desde la moción de censura, y el Gobierno se ha expresado en esta materia utilizando los famosos viernes electorales para lanzar pedradas en forma de reales decretos que disimulen la real ausencia de gestión, lo que sin duda ha sido muy positivo porque ha dado un resultado impresionante.

Sospecho que seguimos por ese camino, y así estaremos hasta otoño. Por desgracia, todo suena a electoralismo… incluso esa marcha precipitada del presidente en funciones de la cumbre de los jefes de Estado en Rumania que ha abandonado ante las cámaras de televisión para volver a España e interesarse por el estado de salud de Alfredo Pérez Rubalcaba, cuya gravedad nos preocupa naturalmente a todos. Sánchez es tan de diseño como todo su gabinete, y la mayor parte de sus actuaciones responden a esa condición. Por ejemplo, hace tiempo que el debate sobre el lugar de reposo de los huesos de Franco ha pasado a mejor vida como el dictador mismo, entre otras cosas, porque cumplió su cometido y ya no hace ninguna falta airearlo. Seguramente por tanto, la exhibición de Sánchez levantando el campamento en la plaza mayor de la pacífica villa rumana de Sibiu tras  ofrecer una declaración antes de volver precipitadamente a España llamado por la enfermedad de Rubalcaba es un acto cierto, pero ya todo suena a preparado. Que yo sepa, por cierto, Sánchez nunca se llevó bien con Rubalcaba.

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