Opinión

La cultura popular

La cultura popular, que se nutre de estímulos muy poderosos tales como la imagen, el sonido, el diseño, los colores, el gusto o la palabra, ofrece la capacidad de introducir el debate en el cuerpo social en condiciones quizá pueriles en numerosas circunstancias, pero con la suficiente entidad como para proponer una discusión apasionada pero suficientemente inocua como para que los litigantes se desbraven sin que las cosas pasen a mayores. Los altercados propios de la cultura popular no pasan en general de broncas en círculos sociales, y no son lo mismo que el desencuentro que aboca a los gobernantes de las naciones a perder la cabeza y encabronarse. Y que acaba con más frecuencia de lo deseable  mandando a sus gentes a las trincheras.

Yo soy un fan de la cultura y de los iconos populares, y he de reconocer que vivo intelectualmente en gran medida de las recompensas que han tenido a bien transmitirme los integrantes de mi santoral particular, en su mayoría directamente imbricados en el teatro de mis aficiones. Y en ese escenario gratificante nunca he rehuido la controversia. ¿Hay un flujo de homosexualidad latente en las relaciones mantenidas por Batman y Robin?, ¿fue Paul McCartney sustituido a mediados de los 60 por un sosías llamado William Campbell al que hubieron de enseñar a comportarse como un zurdo los agentes del MI5 que le instruyeron para ocupar su lugar?, ¿perdonó la vida el sheriff Garrett a Billy el Niño, y el pistolero vivió hasta la década de los cincuenta amparado en otra identidad ya muy anciano?, ¿estaba Ted Kennedy presente en el apartamento cuando se encontró de cuerpo presente a Norma Jane y él y sus amigotes pasaron la aspiradora?, ¿es cierto que Stieg Larsson no escribió ni una sola palabra de su trilogía de Milenium y fue su novia quien redactó toda la saga?, ¿es el Real Madrid incomparablemente mejor que el Barça?...

Adoro todos esos enigmas, escucho todos los días al menos una hora a los Beatles, y sigo tocando la armónica y leyendo comics. De hecho, todo este caudal tan sugestivo que ya es patrimonio de la Humanidad y se estudia en las universidades, ejerce en mi como insustituible terapia para seguir caminando. La vacuna es indispensable, pero tampoco es manco el estado de ánimo.

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