Opinión

La laguna educativa

Teniendo en cuenta mis nulas capacidades por desempeñarme en materias relacionadas con las ciencias, y reconociendo que mis deseos por aprenderlas eran tan nulos como mis disponibilidades, resolví inclinarme por los caminos de las letras y el pensamiento donde me hallaba a mí mismo bastante más confortable no solo para mi propio disfrute sino incluso para ganarme la vida. No está sin embargo este mundo nuestro para darse al apartado intelectual y menos aún con la ley Celáa en la mano, que ha acabado por poner patas arriba el complejo mundo de la primera enseñanza al que semejante legislación está convirtiendo en un rompecabezas convenientemente desordenado por comunidades autónomas. Sospecho que uno de los principales argumentos que ha contribuido a convertir la vida escolar del país en un caos es la manía que caracteriza a cada gobierno y a sus correspondientes ministros del ramo por pasar a la historia por haber firmado una nueva ley de Educación que lamina la anterior y suele añadir principios que convierten a la recién aprobada en peor que la anterior: más disgregadora, más manipuladora y más complaciente. El Tribunal Constitucional recientemente reconstituido, ha avalado la ley que firmó esta señora ministra que una vez culminado su proyecto salió corriendo para refugiarse en el Vaticano donde ejerce de embajadora. Su obra –que no ha sido capaz de contentar ni a sus rivales ni siquiera a los que comparten conceptos educativos con ella-  seguirá vigente hasta que otro gobierno, otra tendencia, otra idea de la docencia la sepulte y la sustituya por una nueva diametralmente diferente.

Ni Celáa ni otros tantos ministros que la han precedido han tomado nota, referencia y ejemplo de Claudio Moyano, un zamorana ilustre que en 1857 firmó y puso en vigor la mejor ley educativa de toda la historia de este país, la llamada “Ley de Instrucción Pública” capaz de resolver  el desastre de la educación escolar del tiempo y cuyas virtudes fueron tantas que la ley de Moyano permaneció vigente hasta 1970 en que fue sustituida por una nueva legislación que, sin embargo, se inspiraba en ella y la tomaba como punto de partida y base de la siguiente. Moyano no es Celáa aunque fuera un referente del progresismo de su tiempo. Pero también lo fue de sentido común, de de diálogo  y de prudencia.

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